- La viruela: de enfermedad mortal al descubrimiento de la vacuna
- Comienza la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna
- Mis conclusiones.
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En los tiempos actuales en los que escribo este artículo, en plena pandemia de coronavirus (COVID-19 o SARS-CoV-2), el Ministerio de Defensa ha lanzado la Operación Balmis. Con este esfuerzo que se ha realizado se ha ayudado a salvar muchas vidas, siendo muy bien valorada tanto por la ciudadanía española como internacionalmente.
Pero la pregunta que nos puede surgir al conocer esta operación es: ¿por qué se ha llamado así a esta operación? ¿Qué o quién es Balmis?. Con este artículo pretendemos dar algo de luz sobre la razón de dotar de este nombre a esta operación sanitaria realizada durante los primeros meses de pandemia, explicando la labor en el campo de la medicina que el cirujano militar Francisco Javier Balmis y Berenguer, la enfermera Isabel Zendal Gómez y los 22 niños “ángeles” realizaron en el siglo XIX, continuando la labor filantrópica comenzada años antes por Alejandro Malaspina y José Bustamante en los campos diplomático, hidrográfico, y científico. Comencemos este fabuloso relato.
La viruela: de enfermedad mortal al descubrimiento de la vacuna
Antes de que el médico rural Edward Jenner se percatara de que algunas ordeñadoras de vacas inglesas se inmunizaban tras contagiarse de la viruela de vaca, se trataba de inmunizar a la población mediante la variolación.
Esta técnica consistía en extraer líquido de las pústulas a una persona que estuviera en la fase final de la enfermedad, para posteriormente inoculárselo a una persona sana. Ésta se infectaba de la enfermedad, pero sólo un pequeño porcentaje fallecía.
La viruela en las vacas no era tan mortifera
Sin embargo, al descubrir que la viruela de la vaca no era tan mortífera para los seres humanos, el doctor Jenner realiza la variolación extrayendo el líquido de las pústulas de una vaca a varios niños, observando que aunque mostraran pequeños síntomas, no fallecían de la enfermedad. Además, el doctor Jenner observó que de las pústulas que provocaban la viruela de la vaca a las personas se podía extraer líquido para inocularlo a otras, sirviendo también de vacuna.
Esto ocurriía en la Gran Bretaña de 1796. A España llegará en 1800, en concreto a la localidad de Puigcerdá. Y será el médico de la Corte Francisco Javier de Balmis quien traduzca el tratado del francés Jacques-Louis Moreau de la Sarthe donde se detalla el procedimiento de la vacunación.
La razón por la que llega a la corte española este tratado es el empeño del Rey Carlos IV de tratar de llevar la vacuna a todas las tierras del reino (tanto a las europeas como a América y las bañadas por el Océano Pacífico), tras sufrir en su familia la muerte por esta enfermedad de su hija María Teresa, de tres años de edad.
No solo vacunarían, crearían juntas de vacunación
Una vez traducido y consultado el documento por el rey Carlos IV y aconsejado por Balmis, se ordena la organización de una real expedición a los territorios americanos y a Filipinas, no sólo para vacunar a la población sino para establecer juntas de vacunación locales para conservar el fluido y vacunar a las generaciones futuras para así evitar el sufrimiento de la enfermedad. La Real Cédula se promulga el año 1805, y en ella se ordena conservar el fluido vacuno en todos los hospitales, ordenándoles encomendar una sala para este fin.
Sin embargo, para Balmis, a quien el rey pone al frente de la expedición a Ultramar, el principal problema era la conservación del líquido de las pústulas de la vaca. En Europa había diversas técnicas para ello, pero sólo lo conservaban durante 10 días. El viaje, como sabemos tras leer los artículos de las expediciones de Elcano, Loaissa y Malaspina, dura bastante más. Para solucionar la imposibilidad del traslado de las muestras del virus vacuno, a Balmis se le ocurre llevarlas en lo que llamó transporte humano en vivo.
Esto consistía en embarcar a un grupo de personas sin vacunar, inoculando a dos de ellos el virus, a los que se aislaría. Cuando llegaran a los estadios finales de la enfermedad, se les extraería el virus para inocularlo a otras dos, repitiendo el proceso hasta llegar a las costas americanas. Para esta importante labor, el doctor Balmis seleccionó a 22 niños huérfanos (en la época se les denominaba expósitos), de entre 3 y 9 años de edad.
Comienza la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna
Para la expedición se fleta el navío María Pita en La Coruña, en el que embarcan el jefe de la Expedición, el doctor Balmis, dos médicos asistentes, dos prácticos, tres enfermeros y la rectora del Orfanato “Casa de los Expósitos” de La Coruña y también enfermera Isabel Zendal Gómez. De diversos orfanatos gallegos se selecciona a dieciséis niños, viniendo otros 5 de Madrid, y siendo el número 22 el propio hijo de Isabel Zendal, Benito Vélez Zendal, de 9 años.
El resto de niños, colocados de mayor a menor edad son Francisco Antonio, Juan Francisco (9 años), Andrés Naya, Antonio Veredia, Cándido, Gerónimo María, Vicente Ferrer (7 años), Clemente, Domingo Naya, Jacinto, José Manuel María (6 años), Francisco Florencio, Juan Antonio (5 años), José, José Jorge Nicolás de los Dolores, Manuel María, Martín, Pascual Aniceto, Tomás Melitón, Vicente María Sale y Bellido (3 años) y otro menor más que desafortunadamente fallece durante la travesía.
Cada uno de ellos recibe como material para el viaje dos pares de zaparos, seis camisas, un sombrero, tres pantalones con sus chaquetas de lienzo, un pantalón de paño, tres pañuelos de cuello y otros tres de nariz, un peine, un vaso, un plato y un juego de cubiertos.
El cuidado de todos ellos recae en Isabel Zendal, de la se destacó por parte de Balmis su gran capacidad humana y el gran esfuerzo que realizó en el cuidado de estos ángeles.
“La miserable Rectora que con excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud, infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible madre sobre los 26 angelitos [los que hicieron el viaje a Filipinas] que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde La Coruña y en todos los viajes y los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades”.
Dr Balmis
En la María Pita, además del material quirúrgico llevan unas 500 copias traducidas del tratado de Sarthe, para dotar a las comisiones de vacunación donde se establecieran. Tras partir el 30 de noviembre de 1803 de La Coruña, la primera de ellas fue en las Islas Canarias, donde se detiene unas cuatro semanas la expedición para vacunar en las islas.
El Día de Reyes de 1804 parte de las Canarias dirección a Puerto Rico, donde arriba la expedición tras un mes de travesía. En esta isla no se realizan vacunaciones puesto que ya había llegado con anterioridad. Tras esta parada, en mayo llegan a La Habana, donde también se había comenzado ya a vacunar por el impulso que le dio el doctor Tomás Romay, desde el año 1802. Y es aquí donde la expedición se divide en dos.
Balmis a Nueva España y Filipinas; Salvany a Nueva Granada y al Virreinato de Perú.
En este punto, Balmis marcha a Caracas, creando la Junta Central de la Vacuna, y de ahí parte al territorio del actual Méjico, donde a pesar de las discrepancias y enfrentamientos con el virrey, establece juntas de vacunación y continúa con la campaña. Además, recoge a 25 huérfanos para mantener viva la vacuna hasta la llegada a las islas Filipinas.
La vacunación de los indígenas es una prioridad
Parte de Acapulco a primeros de febrero de 1805, y llega el 15 de abril a Manila. En las islas, Balmis recibe la ayuda esencial de la Iglesia local para vacunar a los indígenas. De las Filipinas, aunque parte de la expedición vuelve a Acapulco, Balmis marcha a tierras de la actual China, a Macao. Hay que destacar que nuestra valiente enfermera Isabel Zendal, en este viaje de regreso a tierras americanas, se decide a asentarse junto con su hijo Benito en la localidad de Puebla, de donde jamás regresará a su Galicia natal.
La labor de vacunación de Balmis no se centra solo en la portuguesa Macao, sino que se adentra en tierras de la actual China, llegando su labor hasta la provincia de Cantón (o Guangdong). De regreso y tras volver a embarcar, vacuna la población británica de la Isla de Santa Elena en febrero de 1806, y desde ahí vuelve a España, donde llega el 7 de septiembre de 1806.
Misión Salvany: la vacuna en tierras sudamericanas.
En este ínterin, José Salvany y Lleopart, el segundo de Balmis en la expedición, recorrerá durante 7 años Sudamérica, pasando por Nueva Granada y el Virreinato del Perú. Esta extenuante misión le llegará a costar la vida, pues Salvany fallece el año 1810 en la localidad de Cochabamba (actual Bolivia). Sin embargo esto no detiene al resto de expedicionarios.
Al mando de Manuel Julián Grajales y continuando con la táctica llevada a cabo durante los años anteriores, siguen dividiendo la expedición en dos itinerarios paralelos para abarcar más territorio y vacunar a más personas. Así llegan hasta el extremo sur del actual Chile, donde en enero de 1812 dan por finalizada su comisión y desde donde comienza su regreso a España.
Desde Cartagena de Indias y tras vacunar en la zona de Panamá y Portobello, parten hacia Santa Fe de Bogotá en dos rutas, una terrestre y otra fluvial, y van vacunando a la población que van encontrando a su paso. Se reúnen en Santa Fe de Bogotá, donde se instaura una Junta de Vacunas y una vez pasado un tiempo vacunando allí, marchan hacia Quito, con un grupo que va directo por la ruta más rápida, y otro que se reunirá allí con el primero, pero que tomará una ruta que pasa por Guayaquil.
De ahí marchan a Lima atravesando los Andes, donde encuentran una acogida excepcional, pues se encontraban pasando una epidemia de viruela. Tras unos meses vacunando en la zona, se dirige un grupo hacia Cuzco y de ahí, por mar, hasta el puerto chileno de El Callao, mientras que Salvany avanza hacia Arequipa, y de ahí debería llegar a Cuzco.
Salvany no volvería a ver sus compañeros
Desgraciadamente, estos dos grupos ya no volverán a contactar nunca más. La frágil salud de Salvany hace que los trayectos terrestres que acometía se prolongaran en el tiempo más de lo debido. Por ello, el grupo de Grajales, que les esperó un tiempo en Cuzco, continúan con lo encomendado, llegando hasta el sur de la entonces Capitanía General de Chile.
Finalmente, en 21 de julio de 1810 fallece Salvany, continuando la mision de vacunación el médico militar Santiago Granado, destinado en la zona de la Audiencia de Charcas (a la que pertenece la localidad de Cochabamba), mientras, como ya sabemos, Grajales continúa hasta 1812 las vacunaciones, finalizando 5 años después de la llegada a España de Balmis.
Mis conclusiones.
La labor realizada por los componentes de la expedición Balmis fue todo un hito en la historia de la medicina mundial. Esta expedición para la vacunación fue elogiada por el propio doctor Jenner (“No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía tan noble y tan extenso como éste.”), así como por otros científicos de la época, como Humboldt, que años más tarde, en 1825 diría “Este viaje permanecerá como el más memorable de los anales de la historia”.
Gracias a esta expedición llega la vacuna a los rincones más recónditos de las tierras españolas de ultramar, desde las grandes capitales como Lima, Santa Fe de Bogotá o Cartagena de Indias, hasta las poblaciones de indígenas asentada a caballo de las rutas de comunicación, y desde las que, tras instruir a los médicos locales, se va irradiando la vacuna hasta las comunidades más aisladas. Esta campaña de vacunación, la primera en el mundo de estas dimensiones, podemos decir que salva la vida a millones de personas y es esencial para que la viruela haya sido, pero ya en el siglo XX, la primera enfermedad erradicada del mundo.
Esta campaña, además, muestra la diferente concepción política que se tenía en la época, puesto que como indica Mariano Alonso Baquer en su obra “Españoles, apaches y comanches”:
“El día 10 de abril de 1804 llegó a Veracruz la vacuna contra la viruela, que fue inmediatamente transmitida a unos niños expósitos. Y de allí a México en donde fue vacunado, junto a los demás niños de la ciudad el hijo del virrey, de 21 meses de edad. A petición del comandante general de las Provincias Internas, Nemesio Salcedo, el 21 de mayo una expedición de vacuna llegó a Chihuahua, desde donde se transmitió a toda la Nueva Vizcaya, y desde allí a Nuevo México, donde fueron vacunados, tanto los hijos de españoles como de todas las tribus indias sedentarias y los de las nómadas que aceptaron, como los apaches navajos y los comanches. La vacuna también fue trasladada por barco a la Nueva California. En poco más de cuatro años, la vacuna había llegado desde España al centro de Norteamérica, librando de la viruela a todas las tribus indias relacionadas con los españoles”.
Mariano Alonso Baque
Este hecho es significativo puesto que en otros países, por ejemplo en Gran Bretaña, no es hasta 30 años después cuando se comienza a vacunar contra la viruela por iniciativa estatal a los niños de clase humilde en las islas británicas.
Este artículo pretende, humildemente, destacar y reconocer a estos héroes el haber llevado a América oportunidades de sobrevivir a la enfermedad, aún a costa de las vidas de varios componentes de la expedición. Y, como no podría ser de otra manera, reconocer no sólo a los 22 angelitos que parten de España al cuidado de Isabel Zendal, su inestimable aportación; sino también a todos aquellos niños de los territorios de Ultramar que participaron portando la vacuna hasta Filipinas, o entre las poblaciones por las que la expedición transcurrió a lo largo de los años. Estos menores son los verdaderos y desconocidos héroes de esta gesta sin armas.