- Biografía de Vasco Núñez de Balboa
- Los orígenes de Vasco Núñez de Balboa
- La expedición de Bastidas
- La expedición de Enciso lleva un polizón y un perro
- Fundación de la villa de Santa María la Antigua del Darién
- Vasco Núñez de Balboa, Capitán y alcalde mayor del Darién
- Vasco Núñez de Balboa, Gobernador del Darién
- Conjuración de los caciques indios contra los cristianos
- Conjuración de algunos españoles contra Balboa
- Jornada del descubrimiento del mar del Sur
- Se confiere el mando y gobierno de Tierra Firme a Pedro Arias de Ávila
- El gran error de Vasco Núñez de Balboa
- Llegada de Pedrarias a Santa María la Antigua de Darién
- Balboa, adelantado del Mar del Sur y gobernador de Panamá y Coiba
- La reanudación de la empresa de Balboa
- El rey destituye a Pedrarias
- La «traición» de Balboa
- Formación de causa contra Vasco Núñez de Balboa
- Ejecución del adelantado del Mar del Sur
- Conclusiones
- Dudas frecuentes sobre el bueno de Balboa
- Otros artículos sobre los mayores conquistadores hispanos
Biografía de Vasco Núñez de Balboa
Vasco Núñez de Balboa ha sido un icono de la era de los descubrimientos. Es cierto que la mayoría lo conoce por haber sido el descubridor del océano Pacífico, pero fue muchas más cosas. Un explorador respetuoso y ejemplar en el trato con los nativos según los estándares de la época.
La muerte le privó de regresar a la Península para recibir los honores que merecía, por eso creo que no está demás que le rindamos un merecido homenaje.
Los orígenes de Vasco Núñez de Balboa
Del explorador español no se conoce con precisión el año y lugar de nacimiento. Se cree que la ciudad de Jerez de los Caballeros (provincia de Badajoz) fue la que le vio nacer en 1475. De ésto tenemos constancia gracias a fray Bartolomé de Las Casas, que lo conocía y declaro en 1510 que era:
«Mancebo de hasta treinta y cinco o pocos más años, bien alto y dispuesto de cuerpo, y buenos miembros y fuerzas, y gentil gesto de hombre muy entendido, y bueno para sufrir mucho trabajo».
Fray Bartolomé de las Casas
Era tez blanca, su pelo y barba rojizos y a todos prendaba con su elocuencia. Se dice que era hijo de Nuño Arias de Balboa, mientras que de su madre sólo se sabe que era una señora de Badajoz. Más allá de esto se puede señalar que era «hidalgo y de sangre limpia», su familia era patricia, católica, pura y casada legítimamente. Ésto no era un hecho tan común en la España del Siglo XV. La familia Arias de Balboa tuvo varios hijos: Gonzalo, Juan,Vasco y Alvar. Lo cual no eran pocas bocas para un hidalgo.
Sangre real por las venas de Balboa
Su linaje era de origen gallego, en otros tiempos el dinero y el poder no habían sido un problema. La sangre de los reyes de León e incluso los Godos corría por sus venas. Pero eso ya poco importaba, la posición, riquezas e influencias se habían disipado con el paso de los años.
Vasco Núñez de Balboa fue educado según el estatus de la época para su posición social. Empezó como paje en la casa de pedro Puertocarrero. Aquí fue donde recibió su formación en armas, letras y modales. El ambiente de Moguer con su aroma a aventura, pudo agitar a nuestro joven de espíritu inquieto.
También se sumo la enfermedad de su señor que le impedía salir en campaña, la misión propia de un escudero.Esto fue el último empujón que necesito para sucumbir al hechizo de la aventura. Por lo que a fines de 1499 se marchó a Sevilla.
La expedición de Bastidas
En 1500 se sumó como escudero en la expedición organizada por el explorador y cartógrafo Juan de la Cosa y por Rodrigo de Bastidas.
La expedición zarpó de Cádiz en marzo de 1501 y llegaría a La Guajira. Alcanzado este punto la expedición se dedico a recorrer de manera sosegada (durante cinco meses) hacia el Oeste. Gracias a esto descubrieron las costas atlánticas de la actual Colombia y Panamá.
En un punto indeterminado entre el golfo de Urabá y Punta Manzanillo tuvieron que detenerse. El estado de las naves era calamitoso, la broma se había empleado a fondo con las quillas.
De la Cosa asumió el riesgo de poner rumbo a Jamaica, como escala previa a la Española. En Jamaica se libraron por poco, pero en la Española naufragaron. Era ya febrero de 1502y estaban muy cerca del actual Puerto Príncipe, la capital Haitiana.
La tripulación emprendió una marcha hacia Santo Domingo. donde serían recibidos por el gobernador, fray Nicolás de Ovando.
Ovando les facilito el retorno a la España peninsular a Bastidas y a De la Cosa. De ésta ocasión Balboa fue premiado con unas tierras, por lo que decidió quedarse y ver si su suerte seguía mejorando.
Vasco Núñez de Balboa y la pacificación de Ovando
Balboa no sólo se dedico a sus tierras, también tomó parte en la campaña de «pacificación» de Ovando. Gracias a ésta conseguiría nuevas prevendas.
Además tuvo la suerte de ser de los fundadores de Salvatierra de Sabana. Se cree que su participación como soldado en la conquista de esta zona fue satisfactoria, pues tomo parte del reparto de indígenas. Aunque lo que de verdad le atrajo fue el negocio de la cría de cerdos.
Tras ocho años en la isla la situación económica iba de peor en peor y tomo la decisión de ir en busca de una nueva aventura.
La expedición de Enciso lleva un polizón y un perro
Las deudas y los acreedores no le dejaban vivir y no le permitían embarcar en ninguna expedición. Debía tanto que nadie quería dejarlo ir sin haber liquidado la deuda.
En ese momento de dilema, llegó a sus oídos que los barcos del bachiller Enciso, lugarteniente de Ojeda, iban a zarpar. Éstos estaban recogiendo víveres y refuerzos en La Española para apoyar a la gobernación de Urabá. Así que porque no irse con ellos.
Como no podía alistarse por las buenas, trazo un plan que podríamos decir muy osado. Gracias a su amigo Bartolomé Hurtado, que era uno de los tripulantes, se escondió en un tonel vacío para no salir hasta que no se pudiera dar la vuelta. El único problema era que no iba sólo, su perro Leoncico iría con él si o si, ¿Quién iba a ver a un mastín español polizón por la nave?
Hurtado intento convencerlo en vano, Leoncico podía ponerse a ladrar en cualquier momento… Balboa confiaba en su perro y sabía que no le fallaría. Leoncico valía su peso doblemente en oro, pues además de una de las armas más eficaces contra los nativos era hijo del famoso Becerrillo. El famoso perro al que Ponce de León le pagaba cómo a un ballestero.
Enciso no era como esperaba Balboa.
Leoncico y Balboa embarcaron en la nao de Enciso y, una la costa quedaba bien alejada, se presentaron Enciso. El problema fue que confiaron mucho en su clemencia… El segundo de Ojeda, quedo en shock, para coger tal enfado que casi destierra en una isla desierta a nuestros aventureros.
Enciso temía que le hiciesen asumir como propias las deudas de Balboa, lo cual le cegaba. Por suerte para todos la tripulación intervino en favor de nuestro extremeño calmándose la situación. Eso sí, esta presentación a Enciso le hizo ganar a Balboa un enemigo para el resto de su vida.
La flotilla siguió hacia su destino sin novedades relevantes. A la altura de a Cartagena otearon a un bergantín que se les aproximaba. Fueron a su auxilio para descubrir con sorpresa que eran los restos de una fundación de Ojeda en el golfo de Urabá.
El Teniente Pizarro al mando del bergantin
El Teniente Pizarro tuvo que dar novedades a Enciso de todas las miserias que habían sufrido. Hay veces que todo se tuerce y el caso de Pizarro fue un ejemplo de libro. Fernando el Católico había concedido en 1508 la gobernación de Veragua y Urabá a Ojeda y Nicuesa y en 1509 saldrían desde la Española para poder hacerse con ellas.
Ojeda salió el primero, quedando Martín Fernández de Enciso con la misión de conseguir refuerzos para apoyar Ojeda, para que reclutara más hombres y saliera después en su busca. Diego de Nicuesa zarpó después e hizo lo mismo con Colmenares, que se mantuvo en la isla acopiando fuerzas.
Pizarro relató que la flota de Ojeda había llegado a Cartagena, en donde se desembarco a un centenar hombres que dieron un golpe de mano al poblado indígena. La operación no fue bien, fueron emboscados y los indígenas les causaron unas setentas bajas. Por desgracia para la hispanidad, entre ellas se encontraba el marino y cartógrafo Juan de la Cosa.
Ojeda se salvó por los pelos y pudo alcanzar la costa. Una vez a salvo y analizada su situación y sus bajas se tuvo que replegarse a las naves cuando para su suerte apareció Nicuesa con su flotilla.
Aunaron todas las fuerzas y dirigieron un ataque de castigo el cual pilló a los indígenas relajados y consiguieron doblegarlos. Tras esto cada uno embarcó y se dirigió a su gobernación.
Ojeda y la fundación de San Sebastián de Urabá
Ojeda la fundaría y aunque no habría más de cien casas de madera y una fortaleza. San Sebastián de Urabá se encontraba en la bahía de este nombre, que es uno de los lugares más insalubres del continente americano, por lo que no es de extrañar que los españoles comenzaran a tener fiebre y murieran a causa de ella.
Impulsados por el hambre, los supervivientes decidieron buscar comida en los pueblos indígenas cercanos. Pero las incursiones eran arriesgadas, porque la gente local usaba ungüento de curare para cubrir sus flechas. Éste es un veneno muy efectivo, y heridas insignificantes causaban la muerte .
El propio Ojeda resultó herido en la escaramuza, y aunque se salvó poniendo “hierro rugiente” (es decir, al rojo) en el muslo, la herida lo dejó cojo. Unas semanas después, San Sebastián de Urabá ya era cementerio. la única salida para los supervivientes fue el barco de Enciso.
Ojeda va a por su lugarteniente
En mayo, Ojeda decidió buscar en persona a su lugarteniente. Dio instrucciones a Pizarro de esperar cincuenta días, después de lo cual quedó libre para hacer lo que creyera más conveniente, y luego partió hacia la Española. Desafortunadamente, el gobernador naufrago frente a las costas de Cuba y se vio obligado a caminar hacia el este a pie. Desde allí envió a uno de los suyos a tomar una canoa y logró llegar a Jamaica. Después de enterarse de la tragedia, el gobernador de Jamaica envió una nave para socorrerlos.
Cuando Ojeda alcanzó a La Española, sería para no volver a abandonarla hasta su muerte, por desgracia ya era demasiado tarde para ayudar a la gente de San Sebastián. En cuanto a Pizarro, esperó cincuenta días de acuerdo con la orden, y al finalizar el plazo ordenó a los que aún estaban vivos que embarcaran.
Pizarro logró llegar a Cartagena, pero la otra embarcación que se fue con solo 28 hombres y dos mujeres no tuvo tanta suerte, naufragaron frente a las costas de Cuba. Los indios mataron a los hombres y se quedaron con las dos mujeres hasta que las encontró Diego Velázquez, el conquistador de la Isla. No sólo salvaron a las españolas sino que también se casaron con dos de sus hombres.
Enciso no quedó muy satisfecho con la historia de Pizarro, y lo catalogó como líder de un grupo de desertores, y hasta que el futuro conquistador del Imperio Inca le mostró las instrucciones que le dio Ojeda no le creería.
Enciso no tuvo piedad con Pizarro
Entonces Enciso ordenó volver a San Sebastián,lo que aterrorizó a los demacrados hombres de Pizarro, que acababan de escapar de ese infierno. Le rogaron por activa y por pasiva que les permitiera regresar a La Española. Como no convencían, reforzaron su argumento ofreciéndole todo el oro que habían recogido. No hubo nada que hacer.
Enciso ordeno seguir hasta Urabá. La flota continuó hasta que capitana encalló y las credenciales de Enciso desaparecieron. Cuando los españoles entraron en San Sebastián, se les abrió ante sus ojos una situación inenarrable. Los indios lo habían destrozado todo, ante lo que Enciso ordenó desembarcar sin saber qué hacer y permaneció allí unos días.
El bachiller no se apeó y ordenó navegar hacia Urabá. La flotilla siguió al golfo, donde encalló la capitana y se perdieron las credenciales de Enciso. Cuando los españoles llegaron a San Sebastián, a sus ojos se abría un panorama desolador. Los indios lo habían quemado todo: las chozas edificadas y hasta el fuerte. a pesar de todo, Enciso, sin saber muy bien qué hacer, mandó desembarcar y permanecer allí algunos días.
El bachiller era hombre incapaz de tomar ninguna determinación. Persona culta —fue autor de la célebre Summa de Geografía—, había amasado una pequeña fortuna en La Española aprovechando los infinitos pleitos propios de aquel momento fundacional, pero carecía de dotes de mando. tras decidir al fin convocar una reunión para estudiar la situación, estando los españoles deliberando sobre qué hacer, Vasco Núñez de Balboa se puso en pie y dijo a sus compañeros que, viniendo por esa costa con la expedición de Bastidas, habían entrado en este golfo, y a la parte de occidente, en la orilla derecha de un gran río, vieron un pueblo con abundante tierra cultivable y cuya gente no ponía «hierbas» (veneno) en sus flechas.
Todos decidieron ir a buscarla, y Enciso el primero. Setenta y cinco españoles quedaron en San Sebastián, y el resto embarcó en los bergantines para dirigirse al sitio indicado por Vasco Núñez de Balboa. Pasaron a la otra orilla del golfo de Urabá (donde empezaba, por consiguiente, la gobernación de Veragua, concedida a Nicuesa) y navegaron unas 14 millas náuticas hasta llegar a un pequeño puerto.
Allí encontraron el río, la tierra y el poblado indígena, donde unos quinientos guerreros, dirigidos por su cacique, Cémaco, se dispusieron a defenderse de los invasores. Por si acaso, los españoles decidieron invocar la protección de la Virgen de la antigua, venerada por los marinos de Sevilla, a la que prometieron, si les sacaba con bien de aquel lance, poner su nombre a la ciudad que fundaran, en la que levantarían además una iglesia para su devoción, aparte de enviar a Sevilla un romero con una ofrenda de oro y joyas.
La Virgen debió de atender sus ruegos, pues el combate no pasó de una exhibición de armas, tras la cual los indios salieron en desbandada abandonando la impedimenta. Se recogieron algunas flechas y se comprobó que, en efecto, no estaban envenenadas. Sorteado el envite, los expedicionarios penetraron luego en la aldea indígena, donde efectuaron una minuciosa requisa de cuanto tenía algún valor: oro, algodón, víveres, hamacas, utensilios de cocinar, etc.
Los soldados hicieron también algunos prisioneros, entre los que hallaron varios lugareños vestidos con ropas de mujer. Inquirieron al respecto y comprobaron que, efectivamente, eran hombres que actuaban como mujeres. Se trataba de bardajes (sodomitas pacientes), pauta cultural muy extendida en el istmo, pero los españoles de entonces, poco versados en antropología, ciencia que no se desarrolló hasta el siglo XIX, los tacharon de «sodomitas», y como quiera que la homosexualidad se castigaba en Castilla con la pena de muerte, decidieron ejecutar la sentencia de inmediato y de forma brutal, quemando vivos a los reos.
Enciso explicaría después con satisfacción:
«Cuando tomé el Darién los apresamos a los sodomitas y los quemamos y cuando las mujeres los vieron se pusieron muy contentas»
Enciso
Esta observación es bastante cuestionable, pues es sabido el respeto de las mujeres por tales bardajes, que solían actuar como capataces dirigiendo el trabajo femenino, pero los españoles no estaban para sutiles relativismos antropológicos.
Fundación de la villa de Santa María la Antigua del Darién
Tras el bárbaro episodio, se mandó incorporarse a los que se habían quedado en San Sebastián de Urabá, ya que el sitio descubierto parecía adecuado para establecer un asentamiento. Cuando todos estuvieron reunidos, se procedió a fundar formalmente, allá por noviembre de 1510, la población que se llamó en principio La Guardia y luego Santa María la Antigua del Darién, a sugerencia de Balboa.
La primera ciudad estable de América estaba bien emplazada. La regaba un buen río: el tanela, afluente del Darién (actual atrato), que desembocaba en el mar a unas cuatro millas. El valle en que se levantaba se hallaba protegido al este y al oeste por montañas que la defendían del sol, un verdadero peligro en la zona. Desde la ciudad se tendieron dos caminos hacia la costa. uno iba hasta la misma desembocadura del río, y el otro, hasta el puerto, distante unas ocho millas.
Enciso volvió a mostrar su ineptitud para manejar la tropa y cometió el gran error de prohibir comerciar con oro y de negarse a repartir el botín capturado a los indios porque, según decía, eso era cometido de Ojeda, de quien nada se sabía. Esto le enemistó con la mayoría de los pobladores, lo que Núñez de Balboa aprovechó para dedicarse desde entonces a menoscabar su autoridad, a fin de quitarle el mando de la ciudad y entregarlo a un cabildo.
Vasco Núñez de Balboa consiguió su propósito y, en efecto, se acabaría por constituir un Cabildo o Regimiento de la ciudad, elegido por la asamblea o reunión de todos los habitantes.
Curiosamente, los elegidos resultaron los enemigos de Enciso:
- Balboa y Benito Palazuelos (sustituido luego por zamudio), como alcaldes.
- El doctor Alberto, médico de Ojeda, como tesorero.
- Bartolomé Hurtado, el amigo de Núñez de Balboa, como alguacil.
- Como regidores se eligió a Diego Albítez,
- martín zamudio, Esteban Barrantes y Juan de Valdivia.
Vasco Núñez de Balboa, Capitán y alcalde mayor del Darién
Balboa gobernó Santa maría la antigua de Darién desde 1510 hasta 1514. Su gobierno se inició tumultuosamente —durante esta etapa fueron desapareciendo los distintos candidatos a gobernador—, pero después seguiría una fase fecunda de descubrimientos y afianzamiento de la colonia que concluiría en 1513 con el descubrimiento del «otro mar», que luego resultaría océano.
Núñez de Balboa se muestra como un expedicionario que sigue una pauta colonizadora peculiar, utilizando con mesura la violencia. Ninguna conquista, por definición, es pacífica, porque nadie se somete de buen grado a un dominador extranjero; pero, dentro de la crueldad que toda empresa de este tipo conlleva, existen matices, y Balboa evidenció benignidad en una tarea que otros llevaron a cabo con enorme dureza.
Tras el nombramiento del cabildo (ayuntamiento, concejo, consistorio), la ciudad comenzó su vida. No había acabado aún 1510 cuando sus vecinos quedaron sorprendidos por la llegada de la flotilla de rodrigo de Colmenares, lugarteniente de Nicuesa, quien había salido de La Española para reforzar la gobernación de Veragua y andaba buscando a su jefe.
Colmenares fue recibido con enorme entusiasmo ya que, aparte de la alegría de ver españoles, su arribada fue ocasión para que los vecinos de Santa María recibieran alimentos y vino.
Informó de las nuevas de Santo Domingo, entre las que se destacaban la falta de informes de Ojeda, signo inequívoco de que había perecido durante la travesía, y la llegada desde la Península de una real cédula que ponía todo el golfo de Urabá bajo el mando de aquel, mientras que la otra gobernación, la de Veragua, se contaría a partir de ese límite.
Esta última noticia dejó encantados a los habitantes de Santa María, pues significaba que su ciudad se asentaba en territorio de Ojeda y no de Nicuesa, como muchos temían. Los pobladores se dividieron en tres bandos respecto a la decisión de cómo gobernar la ciudad en el futuro. unos, entre los que destacaba Vasco Núñez de Balboa, eran partidarios de que el cabildo asumiera toda la responsabilidad.
Otros, dirigidos por Enciso, entendían que el gobierno le correspondía al bachiller, pues era el lugarteniente de Ojeda y este había desaparecido. El tercer bando abogaba por entregar el gobierno a Nicuesa, hombre adinerado y de influencia que debía de andar por territorio próximo.
Pensaban, además, que como Santa maría no caía dentro de su jurisdicción, sería fácil sonsacarle alguna merced a cambio de entregarle la autoridad sobre la villa. Por una vez, Vasco Núñez de Balboa y Enciso se pusieron de acuerdo e hicieron causa común contra los partidarios de esta última opción, que fue sin embargo la que ganó más adeptos, ya que el lugarteniente de Nicuesa, muy generoso en sus dádivas de alimentos, tampoco escatimó a los colonos jugosas promesas.
En consecuencia, cuando Colmenares anunció la partida en busca de su jefe, llevó consigo una delegación de la ciudad, compuesta por el bachiller Diego del Corral, Francisco Agüeros y Diego Albítez, para ofrecerle su gobierno. Balboa quedó apesadumbrado por aquella decisión; sin embargo, tuvo que aceptarla, no solo por ser la mayoritaria, sino porque era la más sensata.
Sabía que Nicuesa había partido a su gobernación de Veragua, de cuya abundancia de oro Colón diera tantas referencias, con unos setecientos hombres, que ahora serían reforzados con los de Colmenares. Enfrentarse a ellos era una acción suicida; unírseles era lo más prudente.
La historia está llena de paradojas. a las pocas semanas, fines de enero o principios de febrero de 1511, regresó a Santa maría uno de los bergantines de Colmenares con el bachiller Del Corral y Albítez, que traían unas noticias sorprendentes: Nicuesa, pobre y casi sin hombres, se disponía a venir a la ciudad para exigirles el oro que habían tomado a los indios.
Resultaba así que quien iba a socorrer precisaba ser socorrido, y quien se presumía sujeto pasivo del socorro —los habitantes de la villa—, al final debía tomar en él un papel activo.
Los embajadores que habían precedido a Nicuesa contaron tales horrores sobre su modo de proceder que predispusieron a los vecinos de Santa María en su contra. Vasco Núñez de Balboa y el otro alcalde, Zamudio, aprovecharon la ocasión para movilizar en contra de Nicuesa a los vecinos, que se juramentaron solemnemente para no aceptarlo como gobernador.
Cuando Diego Nicuesa llegó a Santa María, se llevó la mayor sorpresa de su vida. Le esperaba, efectivamente, el cabildo de la ciudad, tal y como tenía previsto, pero no para darle la bienvenida. Se le conminó a que no desembarcase y se fuera por donde había venido, y aunque por último se le permitió desembarcar, no pudo convencer a los habitantes de que le aceptasen como gobernador, de manera que se le mandó de vuelta en una nave de medianas condiciones, a bordo de la que terminó naufragando en un lugar desconocido.
Vasco Núñez de Balboa, Gobernador del Darién
Desaparecido Nicuesa, el bachiller Enciso y Balboa quedaron frente a frente como únicos candidatos a gobernar la colonia. El primero argumentaba que le correspondía el mando por ser teniente del gobernador alonso de Ojeda, pero no podía probarlo al haber perdido las credenciales en el naufragio de la carabela capitana en Urabá. Balboa argüía que, además de no poder probar su cargo, Enciso carecía de toda jurisdicción en la ciudad.
Pero debemos tener en cuenta también que Enciso era bastante impopular, no solo por su actuación en San Sebastián, sino también porque se empeñaba en reclamar el oro del botín como reparación de los gastos invertidos en la expedición de refuerzo.
Lo que no se explica es cómo logró Vasco Núñez de Balboa que la acusación de usurpación de autoridad dirigida por Enciso al cabildo terminara volviéndose contra él, y se le abriera un proceso que concluiría con su reclusión en prisión y la confiscación de sus bienes.
Enciso, que tenía ya alguna experiencia acerca de cómo funcionaba la justicia en Indias, temió por su vida y rogó que se le permitiera ir a Santo Domingo, solicitud que le fue concedida. Saldría de Santa maría el 4 de abril de 1511 —un mes después de Nicuesa— en la carabela de Rodrigo de Colmenares. Le acompañaban el alcalde Zamudio y el corregidor Juan de Valdivia.
El cometido de estos era convencer en Santo Domingo al virrey Diego de Colón de que la colonia era importante y debía gobernarla interinamente Núñez de Balboa, puesto que Alonso Ojeda había desaparecido, Nicuesa estaba inhabilitado para ello (se desconocía aún su naufragio) y Enciso había sido procesado por abuso de autoridad y tentativa de apropiación indebida.
Para mejor convencer a Colón llevaban consigo 1.200 pesos de oro, correspondientes al quinto real (seguramente, lo que en derecho correspondía al rey por este concepto era mucho más), y algunas otras partidas de oro destinadas al omnipresente tesorero Pasamonte, quien esperaban se pusiera de su lado. una vez convencido Colón, zamudio debía seguir viaje a España con la pretensión de lograr lo mismo del rey, mientras que Valdivia regresaría a Santa maría.
Los comisionados hicieron bien su labor y Diego de Colón reconoció a Balboa como gobernador interino del Darién, lo que comunicó al rey el 10 de septiembre de 1511. También Zamudio logró sus objetivos, pues Fernando II destituyó a los dos gobernadores, Ojeda y Nicuesa, ordenó a los pobladores de Nombre de Dios que se instalaran en Santa María y, finalmente, dio la cédula de 23 de diciembre del mismo año que nombraba gobernador interino a Balboa, quien quedaba así instituido como máxima autoridad de la colonia, con jurisdicción de gobierno, justicia y milicia.
Vasco Núñez de Balboa nunca abandonaba a un compañero
Lo cierto es que Núñez de Balboa ya estaba actuando de hecho como tal apenas partido Enciso. así que, como los indios le habían informado de que a unas treinta leguas existía una provincia muy rica y con comida abundante, poblada por los indios cueva, decidió explorar la ruta. Para ello mandó al teniente Francisco Pizarro con seis hombres. Pizarro se internó en la provincia cercana del cacique Cémaco, que le tendió una trampa y le obligó a retirarse, reteniendo a uno de sus soldados.
Cuando se presentó ante Balboa, Pizarro recibió una dura amonestación por haber abandonado a un compañero, y la orden de regresar y traerlo. Era una de las características del gobernador. Su compañerismo le impedía abandonar a un hombre en apuros. Mandó buscar a todos los soldados de Nicuesa que habían quedado en Nombre de Dios. Disponía únicamente de dos bergantines.
Al volver costeando, encontró a dos náufragos españoles en tierras de los indios cueva. Se trataba de antiguos tripulantes del barco de Nicuesa, del que habían huido con otro compañero. Capturados y llevados a presencia de su cacique, este los trató cortésmente y les permitió vivir en sus tierras. algún tiempo después surgió una disputa entre ellos y el que se llamaba Juan alonso hirió al otro con la espada, mereciendo por esto que el cacique Careta (que así se llamaba el señor de los cueva) le nombrase capitán de los guerreros. El tercer español debió de morir, y estos dos fueron los rescatados por los bergantines de Vasco Núñez de Balboa.
Una vez en Santa maría, los náufragos rescatados empezaron a difundir fantasías sobre la fabulosa riqueza de los indios cueva, diciendo que si Balboa marchaba sobre ellos serían todos ricos.
Así las cosas, este empezó a preparar su entrada en la tierra de los mencionados nativos, y mandó a Juan Alonso en vanguardia ambos para facilitar la acción. Entre ambos bergantines hicieron dos viajes a Nombre de Dios para terminar de traer a los hombres de Nicuesa.
A principios de mayo de 1511, Balboa se puso al frente de 130 hombres para iniciar la jornada de los cueva. De sus acciones contra los indígenas surgirá la leyenda de un poderoso señor blanco de dotes extraordinarias a quien todos admiraron y al que todos se sometieron. La leyenda se mantuvo durante cuatro años y ayudó decisivamente a verificar una conquista menos cruenta de lo acostumbrado hasta entonces.
La tierra de los cueva no estaba muy lejos: a unas ochenta millas por tierra y a unas veinte por mar. Vasco Núñez de Balboa accedió muy fácilmente a ella, y se internó en la montaña en busca de su aldea principal.
Allí encontró al cacique Careta, a quien pidió víveres, mucho más necesarios que el oro. El cacique repuso que andaba escaso de provisiones, pues la guerra que mantenía con el cacique próximo, Ponca, le había impedido sembrar. Así las cosas, el gobernador ordenó el saqueo de la población y la captura de Careta, con quien volvió a Santa María.
El cacique sacó el mejor partido que pudo a su situación, e hizo un pacto con Balboa. En virtud de este, Careta se comprometía a suministrar regularmente alimentos y algo de oro, a cambio de que los españoles le ayudaran en sus querellas con Ponca. Vasco Núñez de Balboa aceptó la propuesta, y el pacto se firmó, como era usual, con un intercambio de mujeres, que era la mejor forma de hacer las paces.
El problema era que los españoles no tenían apenas, y no estaban dispuestos a ceder las pocas que poseían. Pero esto no fue impedimento. Careta entregó a Núñez de Balboa varias, entre ellas su propia hija Anayansi, que tendría entonces unos trece años, y que, al crecer; se convertiría en una mujer bella de la que se enamoraría el gobernador.
Careta completó su alianza aceptando ser bautizado, lo que no le representó ningún trauma. En el futuro se llamaría Fernando, como el rey regente de España.
Santa María seguía siendo un poblado improvisado y Balboa decidió organizarlo debidamente. Hacia el mes de agosto de 1511, reunidos los hombres de Nicuesa con los de Ojeda, se procedió al reparto de solares y tierras entre los vecinos, sin distinción de gobernaciones de procedencia. Se trazaron las calles y se empezó la construcción de las viviendas. En septiembre ya se sembró maíz en las tierras próximas. La ciudad empezó a crecer con febril actividad.
Llegada la hora de cumplir su compromiso con Fernando de atacar las tierras de Ponca, Balboa se puso al frente de unos ochenta hombres y llegó por mar a la tierra de los cueva, donde reforzó su tropa con guerreros indígenas aliados. Luego penetró en el cacicazgo enemigo, que estaba más al oeste, en tierra montañosa.
Los aborígenes se escondieron en la selva y los españoles se dedicaron a saquear sus poblados apoderándose de oro y alimentos. Fernando quedó tan encantado de la eficacia de los españoles que le habló a Balboa de otro cacique importante, llamado Comogre, cuyas tierras se hallaban más al norte que las de Ponca, quizá entre el Caribe y el río Bayano.
Su aldea principal estaba junto al río Matumaganti, afluente del Bayano, unatierra entonces despejada y que hoy es selvática. Comogre supo de la venida de los españoles y decidió recibirles a la entrada de su poblado con gran solemnidad. Le acompañaban sus jefes principales y sus siete hijos. Escoltado por ellos entró Núñez de Balboa en una aldea espaciosa, formada por bohíos muy grandes (150 pasos de largo por 80 de ancho).
Los españoles estaban maravillados, pues nunca habían visto semejantes construcciones, divididas además en compartimentos dedicados a los alimentos, bebidas, etc. Comogre agasajó a los españoles con una gran cena regada con abundante bebida, al término de la cual ordenó traer para Vasco Núñez de Balboa regalos, cuya entrega revistió de un ceremonial exquisito.
El regalo en cuestión eran setenta esclavas y numerosas piezas de oro. Los españoles no hicieron gran caso de los esclavos, pero sí del oro, que empezaron a pesar en balanzas ante el asombro de los nativos. Calculando por encima, cifraron el regalo en 4.000 pesos.
Vasco Núñez de Balboa ordenó separar el quinto real y procedió luego al reparto entre los soldados. Los indios no comprendían nada de aquello y menos que los soldados disputaran entre sí por tal o cual pieza. Ponquiaco, uno de los hijos del cacique, a la vista de la avidez de los exploradores, les dijo que si tanto era su interés por el oro debían ir a buscarlo a otro sitio: la tierra de tubanama, situada como a seis soles de allí, yendo hacia «la otra mar», y mientras esto decía, señalaba hacia el sur.
Balboa saltó de alborozo al recibir tales noticias, pues confirmaban la existencia de otra mar, que distaba de allí solo seis días. Habiendo tomado la decisión de descubrirla, durante los días siguientes recabó nuevos datos sobre la ruta más segura y aprovechó la ocasión para hacer un bautismo masivo. Comogre fue bautizado como Carlos, que al fin y al cabo sería el próximo rey de España.
Reconfortado y con las alforjas llenas, el conquistador ordenó regresar a Santa María. En la ciudad fueron recibidos con júbilo, pues las noticias del oro que traían habían llegado con enorme celeridad. allí le dio la bienvenida también Juan de Valdivia, de regreso de Santo Domingo y con el nombramiento provisional de Balboa como gobernador, quien le manifestó que Diego Colón se había comprometido a ayudar a los colonos de tierra Firme.
El ciclón tropical de 1511
La felicidad acabó con un ciclón tropical a fines de noviembre de 1511.Las lluvias maltrataron los techos de las casas, inundaron las calles y arrasaron las sementeras. Los pobladores se quedaron sin víveres y enfrentados al mapa actual del golfo de Urabá.
Otra vez el dilema de siempre: enviar por ellos a La Española, o saquear los de los indios. En esta ocasión se recurrió a lo primero. Juan de Valdivia fue el encargado de traer víveres de la isla. De camino debía informar a Diego Colón de que los colonos habían tenido noticia de la existencia de otra mar a muy corta distancia y de que en su costa había unas tierras muy ricas.
Para la jornada se necesitaban 1.000 hombres, que debían reclutarse en Santo Domingo. Núñez de Balboale dio a Valdivia un buen argumento de convicción: 3.000 marcos (unos 15.000 pesos) de oro, que se enviaban a los oficiales reales en concepto de quinto real. muchos pobladores dieron también a Valdivia partidas de oro, para que desde La Española las remitiera a sus familiares en la Península.
El naufragio de Valdivia
De esta manera Valdivia partió de Santa maría con una gran fortuna. Zarpó el 13 de enero de 1512. El barco de Valdivia naufragó en los arrecifes de las Víboras, cerca de Jamaica. Los tripulantes se embarcaron en un esquife (embarcación pequeña que se lleva en un navío para saltar a tierra, entre y otros usos) y estuvieron trece días a merced de las olas hasta que recalaron en la costa de yucatán.
Siete u ocho murieron en aquella horrible travesía. Los restantes cayeron en manos de los indios, que sacrificaron a tres de ellos a sus dioses. Sacrificio completo: los mataron y se los comieron. Por tanto, el virrey Diego Colón no recibió jamás las nuevas de la otra mar, ni la petición de ayuda de 1.000 hombres y bastimentos, ni el rey recibió su quinto por el botín habido en Darién.
Durante dos largos años, de mediados de 1512 a 1514, Balboa realizó sus mayores empresas, entre las que sobresalió, naturalmente, el descubrimiento «del otro mar».
Sin embargo, su mayor éxito fue lograr que todas las tribus de la zona transístmica comprendida entre Santa maría, Cueva y el golfo de San Miguel aceptaran confederarse con los españoles y mantener con ellos unas relaciones amistosas que garantizaron la prosperidad de la colonia del Darién.
Apenas partido Valdivia, y en la seguridad de que cuando regresara tendría hombres suficientes para su expedición al otro mar, preparó otra jornada hacia el golfo de Urabá, y de ella nació el mito de Dabaibe, una especie de El Dorado de la región.
En marzo de 1512 partió con una flotilla de canoas en las que embarcó a 170 hombres. una vez en Urabá, atacó las tierras de Ceracana. Los indios se habían refugiado en la montaña, pero pudo recoger en sus bohíos un botín de 6.000 pesos en guanines, así como alimentos, cestos, redes de pescar, etc.
Allí dejó la tropa al mando de Colmenares, que exploró el río León, y volvió a la costa con intención de llevar a Santa maría el oro obtenido. Sobrevino una gran tormenta que hizo naufragar a las canoas con el oro que transportaban.
Vasco Núñez de Balboa permaneció en Santa María el tiempo justo para saber que no había novedades y regresó a Urabá. tras reunirse con Colmenares, exploró el río más importante de la zona, hoy llamado Atrato, al que bautizó como río San Juan, por la festividad en que lo descubrió. Era y es un río caudaloso, navegable a grandes trechos, que parecía dirigirse también hacia el otro mar.
Balboa lo exploró unas ochenta millas hasta encontrar su afluente el Sucio,al que denominó Negro por el color de sus aguas. Despreció la ruta de este (que le habría llevado a Dabaiabe) y siguió por la orilla izquierda del Atrato hasta encontrar las tierras de abanumaque.
Al entrar en ellas sostuvo un enfrentamiento con los nativos. El cacique perdió un brazo en la reyerta pero, mutilado y todo, logró huir. Su hijo en cambio fue capturado y conducido luego a Santa María. Núñez de Balboa no encontró ni rastro de oro y preguntó dónde estaba. Los indios le respondieron que en otras tierras situadas más al sur, llamadas Abiba.
Tomó nuevos guías y prosiguió hacia el nuevo objetivo durante unas cuarenta millas. El cacique le indicó que en sus tierras no había oro, aunque abundaba en las de Dabaibe, adonde se ofrecía a llevarle. así nació el mito del Dabaibe pero, tras contar toda la historia a Balboa, el cacique le dijo que esperara allí, que iba por oro.
Rebelión de las tribus
No volvió jamás. El jefe español regresó a Abanumaque, donde se vivía una situación apurada a raíz de una sublevación de las tribus de Abraibe, Abanumaque y Abibaibe. El ataque fue rechazado por Balboa, que partió luego para Santa maría, dejando en el real de Abanumaque treinta hombres al mando de Bartolomé Hurtado. Balboa relegó el Dabaibe a empresa secundaria de la que ocuparse más adelante.
Conjuración de los caciques indios contra los cristianos
Bartolomé Hurtado y sus compañeros regresaron del Atrato con la noticia de que cinco cacicazgos se habían confederado para terminar con la población española, pero no les hicieron caso. Hurtado estaba en lo cierto, y las tribus preparadas para la acción eran las de Cémaco, Abibeiba, Abraime, Abenamachei y Dabaibe, que habían reunido unos 5.000 guerreros que planeaban caer sobre Santa María y después matar a Vasco Núñez de Balboa.
Para ello tramaron una argucia, y fue que Cémaco enviara cuarenta guerreros disfrazados de campesinos para pedirle a este que inspeccionara los maizales que cultivaban para los españoles.
El extremeño cayó en la trampa y, aupado en su montura, acompañó a los campesinos, quienes sin embargo por último no se decidieron a atacarle porque le tenían un enorme temor, sobre todo cuando iba a caballo.
Salvados por el amor de una nativa
Al regresar a Santa María, la fiel Anayausi le informó del peligro que había corrido y del ataque preparado contra la ciudad. Se había enterado por su hermano, que acostumbraba visitarla y vino a pedirle que abandonara la población antes del ataque. El hermano le encareció que mantuviese el secreto, pero esta, enamorada de Vasco Núñez de Balboa, le puso al corriente de todo.
El gobernador deshizo la conspiración con enorme rapidez y audacia. marchó con setenta hombres a la aldea de Cémaco, y detuvo a su segundo y a numerosos guerreros. Luego se dirigió a tichirí, donde iban a concentrarse las tropas indígenas, apoderándose de los alimentos que tenían almacenados, así como de su jefe y de cuatro subalternos, a quienes mandó ejecutar.
Los conspiradores quedaron sorprendidos de las dotes adivinatorias de Balboa, que parecía ser omnisciente. Lo verdaderamente enigmático es cómo pudo sorprender a los indios en sus poblados, emboscados en lo más intrincado de la selva, cuando la historia se había escrito siempre al revés: eran los indios los que sorprendían a los blancos.
Conjuración de algunos españoles contra Balboa
Desarticulada la conspiración indígena, envió otra embajada a la Península, convencido de que Valdivia se había perdido en el viaje. Quiso ir personalmente, pero no le dejaron ni sus amigos ni sus enemigos.
Los primeros, porque aseguraban que su persona valía por la de cien españoles, y los segundos, porque le acusaban de que, valiéndose del viaje, iba a quedarse con el botín de oro. En su lugar se escogió al veedor Juan de Quicedo, hombre mayor y acostumbrado a las intrigas administrativas, quien dejaba a su mujer en la colonia, lo que algunos consideraban una garantía. Por lo que pudiera pasarle, decidieron elegir otro procurador más joven, que fue Rodrigo de Colmenares.
Se reconstruyó, se la abasteció de alimentos y se la envió a La Española con embajadores y 11 tripulantes. Por increíble que parezca, llegó a su destino, donde Quicedo y Colmenares se volvieron contra su jefe, de quien afirmaron que era un aventurero y un pendenciero incapaz de gobernar la colonia.
Pasamonte trasladó estos informes al rey, y Fernando II dispuso una solución para tierra Firme diferente de la que había proyectado en un principio, relegando a Balboa a un papel secundario.
Los 170 hombres que quedaron en Santa María pasaron dificultades a causa de la falta de víveres. Varios enemigos del gobernador interino consideraron que era la ocasión propicia para conspirar. Se trataba de gente importante, la que siempre ambicionaba el poder: el bachiller Del Corral, Alonso Pérez de la Rúa, Luis de Mercado, Gonzalo de Badajoz y un escribano pobre con ambiciones de ascenso. Iniciaron una pesquisa secreta contra la actuación de Vasco Núñez de Balboa y decidieron secuestrar a Bartolomé Hurtado, gran amigo del gobernador.
De forma sorprendente, Balboa se les adelantó y metió en la cárcel a Pérez de la Rúa, lo que hizo sospechar a los comprometidos que estaba enterado de todo. La verdad es que no se sabe cómo pudo enterarse de esta nueva conjura, pero quizá la clave esté de nuevo en Anayausi, muy amiga de Elvira, la india con quien convivía Diego del Corral.
Los conjurados tuvieron que dar la cara y se presentaron en la plaza mayor dispuestos a liberar a sus compañeros. Balboa y sus amigos les cerraron el paso. Cuando el enfrentamiento era inminente, intervinieron los vecinos más sensatos para que depusieran su actitud, pues en aquel enfrentamiento los únicos beneficiados serían los indios.
Se llegó a un acuerdo: Vasco Núñez de Balboa soltaría a Pérez de la Rúa, y sus enemigos aceptarían someterse a su autoridad. No bien alcanzado el acuerdo, el bravo extremeño decidió irse de cacería, lo que demostraba que conocía bien la calaña de los comprometidos.
Estos aprovecharon la ocasión para apoderarse del botín, cosa que promovió un enorme escándalo. Los vecinos fueron a buscar al gobernador y le pidieron justicia. Este entró en son de triunfo y ordenó abrir una investigación sobre los sucesos que enviaría a España.
Los abogados todo lo complican…
Podía haber dado un gran escarmiento, pero no era hombre que se ensañara con nadie, ni siquiera con sus enemigos, a los que confió a la custodia de los franciscanos. Balboa lo atribuyó todo a los enredos del bachiller Del Corral, quien tenía la deformación propia de todos los graduados en leyes.
De aquí que escribiera al rey para que no enviase ningún abogado a la colonia, pues todo lo complicaban. Por fin llegó de La Española la ayuda enviada por Diego Colón, en dos buques con víveres y complementos mandados por Sebastián de Ocampo. Por medio de este debió de saber Balboa que Quicedo y Colmenares le habían traicionado, lo que le decidió a nombrar a Ocampo su procurador en España.
Aparte de apoderarlo, le entregó 360 pesos de oro de minas para el rey, un esclavo marcado y varias muestras de los productos indígenas, así como una carta fechada el 20 de enero de 1513, una de las pocas que se conservan de su puño y letra.
En ella se ocupaba de Ojeda y Nicuesa, cuya ineptitud centraba en dos aspectos principales: no haber repartido puntualmente los botines y haber perdido casi 800 hombres por actuaciones temerarias.
Ocampo cumplió su cometido, pero fue detenido en Cuba y no llegó a La Española hasta octubre de 1513. Luego enfermó en la Península. En junio de 1514, sintiéndose muy grave, transfirió sus poderes de gobernador a su primo Noya y a Francisco Cobos. murió poco después.
Durante los meses siguientes de 1513 fueron llegando de La Española numerosas embarcaciones con víveres y gente. En dos de ellas, las carabelas Santa María y San Juan, arribaron entre ciento cincuenta y cuatrocientos nuevos colonos y llegó la cédula real de 1511 por la cual Fernando el Católico nombraba a Balboa gobernador interino del Darién.
Jornada del descubrimiento del mar del Sur
Con los refuerzos que le llegaron, Balboa decidió emprender la jornada del descubrimiento del «otro mar», que realizaría con solo 190 hombres, dejando el resto en Santa María. una decisión así de precipitada, pues se puso en marcha en pleno invierno tropical, cuando las lluvias inundaban la región, induce a pensar que no quiso aguardar la llegada de la bonanza meteorológica por temor a que sus enemigos fraguaran en la Península alguna intriga que le impidiera llevar a efecto la empresa.
La travesía del istmo suele describirse como una epopeya interminable en la que Vasco Núñez de Balboa y sus hombres luchan contra los indios y la selva; sin embargo, la verdad es que apenas duró diez días, como Balboa había calculado.
El resto del tiempo, más de tres semanas, fue empleado en operaciones de apoyo. Esto demuestra la seguridad con que se movía nuestro personaje, que no daba ningún paso en falso. Se explica así que no perdiera ni un solo hombre en la expedición.
El itinerario escogido para cruzar el istmo arrancó de puerto Careta, en el atlántico, y fue hasta el golfo de San Miguel, en el otro mar. atravesó desde la tierra de los cueva hasta la de Ponca, en la sierra, para bajar luego a la de Quareca y subir a la sierra de ese nombre hasta un punto desde donde se divisaba el otro mar.
La operación comenzó a mediados de agosto de 1513 con el envío a las tierras de los cueva de una columna de esclavos y naboríes (esclavos de servicio), que portaban utensilios y la noticia de que pronto llegarían los españoles, por lo que se rogaba al cacique Fernando que tuviera dispuestos los guías.
El 31 de agosto se ofició la misa y se hizo el alarde o revista. al día siguiente embarcaron 190 hombres en el puerto de Santa María de Poniente para dirigirse por mar a la tierra de Cueva. Careta o Fernando les recibió con amabilidad y mandó ayudar a descargar el extraño equipaje: canastas de víveres, ballestas, arcabuces, espadas, rodelas (escudos redondos y delgados que, embrazados a la izquierda, cubrían el pedio del que se servía peleando con espada), lanzas, alguno que otro caballo y, sobre todo, traíllas de perros amaestrados, la mejor arma contra los indios del istmo.
Núñez de Balboa dejó en Cueva, asentados en un real, a más de la mitad de sus hombres y partió con solo 92 soldados y dos sacerdotes. una fila interminable empezó a serpentear tierra adentro. Primero iban los guías con los bateadores, luego los porteadores, y tras ellos, Balboa y sus hombres en ropa ligera y alpargatas, aunque algunos llevaran petos de algodón para contrarrestar el efecto de las flechas. a los dos días de marcha llegaron a la tierra de Ponca, donde apenas hallaron habitantes.
Balboa mandó venir al cacique, que como era lógico no se presentó. El gobernador había aprendido ya que el «tiempo» de los indios y el de los españoles iban descompasados, por lo que ordenó a la tropa asentarse y esperar hasta que Ponca acudiera.
De este modo pasaron cuatro días, al cabo de los cuales el cacique mandó decir que iría al siguiente. así ocurrió, en efecto, y Balboa lo recibió como si se hubiera personado sin demora. Le regaló camisas de algodón, cuentas de vidrio, cascabeles, hachas, etc. Ponca correspondió con algunos objetos de oro.
Comieron y bebieron juntos, y Núñez de Balboa manifestó al cacique que pensaba quedarse allí una semana más, como si no le corriera ninguna prisa ir al otro mar. Durante todos aquellos días confirmó los datos de que disponía, envió a retaguardia algunos enfermos y, finalmente, dispuso la salida hacia las tierras de Quareca, cuyo cacique, Torecha, era enemigo de Ponca, además de Caribe.
De Ponca a Quareca
El viaje de Ponca a Quareca fue el más duro de toda la travesía. Discurrió por tierra desconocida y muy abrupta. Los expedicionarios tardaron cinco días en cubrir una distancia de 10 leguas. Cruzaron el Chucunaque, las fuentes del Artigatí y el Sabanas.
Finalmente, el 24 de septiembre por la tarde, llegaron a su objetivo. Torecha los esperaba presto para el combate, por lo que la entrada fue con batalla —breve, pues los indios se convencieron pronto de la superioridad de las armas españolas y huyeron en desbandada en cuanto su cacique y algunos guerreros murieron—. Los españoles no sufrieron ninguna baja.
Inmediatamente se ocupó y saqueó la población y se solicitaron nuevos guías. Núñez de Balboa estableció otro real en la población con poco más de 15 españoles, y partió con el resto, unos setenta, hacia la cumbre de la cordillera que se divisaba en lontananza.
Era el 25 de septiembre. El ascenso hacia la cumbre fue muy penoso. La expedición arribó a tierras del cacique Porque, que se había escondido con su gente, pero no se detuvo a buscarle. Balboa había salido de marcha a las seis de la mañana dispuesto a descubrir la otra mar aquel mismo día.
Eran poco antes de las diez de la mañana de aquel 25 de septiembre de 1513 cuando los guías mostraron al extremeño una cima y le dijeron que desde allí vería la otra mar. El gobernador mandó a la hueste detenerse.
Deseaba ser el primer español que divisara el nuevo mar, así que inició el ascenso a solas. En unos minutos coronó la montaña. alzado sobre la cima, se demoró unos instantes contemplando en silencio la majestuosidad del mar que se extendía a sus pies, al que denominó Mar del Sur por el sentido general de avance en su avistamiento.
Luego gritó a sus compañeros que subieran, los cuales, una vez en la cima, también fueron presa del éxtasis. Núñez de Balboa se hincó de rodillas para dar gracias a Dios y tomó posesión de dicho mar en nombre de los reyes de Castilla: cortó ramas de árbol con la espada, amontonó piedras y grabó sobre los troncos cruces y los nombres del rey regente Fernando y de la reina Juana.
Los indios miraban asombrados todo aquello sin comprender tanto júbilo ni el porqué de tanta ceremonia. Según relata Wolfred Nelson (1846-1913), en los escritos recogidos en Cinco años en Panamá (1880-1885), el lugar del avistamiento del otro mar fue Cerro Gigante.
Los 77 castellanos y el séquito emprendieron el descenso hacia la orilla. antes de llegar a la playa acamparon en unos bohíos pertenecientes al cacicazgo de Chape, cuyos moradores habían huido al avistar a los españoles. Núñez de Balboa mandó llamar a los hombres que habían quedado en Quareca.
El 29 de septiembre, festividad de san miguel arcángel, el capitán español decidió tomar posesión del mar. Seleccionó a veintiséis de sus hombres y partió con ellos de Chapé. Todos iban preparados para la ceremonia luciendo sus mejores galas de combate: corazas, cascos, plumas y un estandarte de la Virgen María y las armas de Castilla.
Leoncico, el perro del gobernador, caminaba alegre junto a su amo, luciendo un hermoso collar de oro que se había ganado combatiendo. Balboa y sus hombres llegaron a la orilla, a un ancón (ensenada pequeña para fondear) de lo que en el futuro se llamaría el golfo de San Miguel, hacia las dos de la tarde. El gobernador quedó consternado al comprobar que la marea había bajado mucho, tanto que en su reflujo había dejado la orilla convertida en un fangal enorme, marco totalmente inadecuado para una toma de posesión .
Esperaremos a que suba la marea
En vista de la situación, se sentó con sus compañeros a esperar la subida de la marea. Con la mar en su sitio, el Capitán se ciñó la coraza y ajustó el yelmo, tomó el estandarte en la mano derecha, y con la espada desnuda en la izquierda se adentró unos pasos en la mar, hasta que el agua le cubrió las rodillas.
Entonces comenzó a pasear mientras recitaba la acostumbrada y larguísima pieza retórica de toma de posesión. Al caer la tarde, la comitiva abandonó la playa e inició el regreso a la aldea de Chapé. Núñez de Balboa fue recibido allí por el señor principal, en realidad un hermano del verdadero cacique —cacica, pues era mujer—, al que no llegó a conocer nunca.
Allí le entregaron algunos objetos de oro y perlas. mandó explorar los alrededores, pero sin éxito. El gobernador quería embarcarse hacia las islas de las Perlas, de las que tenía noticia, pero la mar andaba muy agitada. Preguntó al señor de Chapé cuándo estaría en condiciones de ser surcada, y este le contestó que dentro de tres meses, pues por aquella época siempre estaba igual y era muy peligrosa.
Núñez de Balboa moriría ignorando que, por una humorada del destino, aquel océano llevaría el nombre de Pacífico. Para compensar a los españoles, el dignatario de Chapé le ofreció conducirles hasta las tierras de Cuquera, donde había alguna riqueza.
El Capitán acomodó a setenta hombres en ocho canoas y el 7 de octubre, por un brazo del río Congo, salió hasta un valle donde le señalaron la montaña en que se emplazaba Cuquera. Caminaron hacia ella, aunque era noche cerrada, y entraron en el poblado a las dos. Los indios huyeron al monte.
Al día siguiente vinieron en son de guerra pensando que los intrusos eran unos indios enemigos, pero volvieron a huir al comprobar que se trataba de españoles, otra muestra de que eran los hombres de Balboa quienes pillaban desprevenidos a los indios, y no al revés.
Se hicieron algunos prisioneros y se obligó a comparecer al cacique, que dio 650 pesos en oro. Núñez de Balboa le regaló fruslerías y le pidió su amistad, a la cual accedió el dignatario. Los españoles regresaron a Chapé.
Balboa insistió al señor de Chapé en que quería ir a las islas de las Perlas. Este le reiteró la peligrosidad del empeño, pero para que se convenciera por sí mismo accedió a facilitarle canoas y guiarlo. El 17 de octubre los sesenta castellanos emprendieron una travesía con dirección a poniente (en realidad, al noroeste). Se costeó con dificultad hasta la punta de San Lorenzo, pero al doblarla encontraron mar gruesa y a punto estuvieron de volcar.
Acercaron las canoas a un pequeño islote y acamparon en él. al día siguiente reanudaron la navegación costera y llegaron a las tierras del cacique tumaca, cuya aldea principal asaltaron y donde hicieron un gran botín de perlas y oro.
Los españoles quedaron deslumbrados, ignorantes de que los indígenas cogían las ostras para alimentarse, no para buscar perlas. Balboa le preguntó al cacique dónde había perlas y este le respondió que en la isla de Teraquequi, pero que no podían llegar por el estado de la mar. En compensación se ofreció a llevarlos a los bancos de Chitarraga, cerca de allí, donde pescaban las ostras que les proporcionaban sustento.
El capitán aceptó, pues creyó que decía aquello para ocultarle los viveros de perlas. Embarcó con su gente en canoas y mandó a Valderrábano tomar testimonio de que los remos iban tachonados con incrustaciones de perlas, signo inequívoco de la riqueza de la región.
Pasaron así al golfo de San Lucas, desde el cual pudo ver la silueta de la isla de Teraquequi, la de las perlas. La bautizó a distancia como Isla rica. Decidió también hacer otra toma de posesión de la mar del Sur, ahora en mar abierta. testimoniaron 23 soldados y Valderrábano volvió a levantar acta.
Al fin llegaron a donde se pescaban las ostras. Los buceadores indígenas se sumergieron y sacaron cuatro grandes cestas repletas del preciado molusco, tal y como habían prometido, pero de viveros de perlas allí no había ni rastro, de modo que, desilusionados, los españoles regresaron a las tierras del cacique Tumaca.
El 23 de noviembre Núñez de Balboa ordenó regresar a Santa María, pero no por el camino de ida, sino dando un gran rodeo para descubrir más tierra. Su idea era cruzar desde el río majé hasta el Bayano. Guiados por el señor de Chapé y por uno de los hijos del cacique de Tumaca, alcanzaron el territorio de Theraca, donde sorprendieron a los indios y recibieron otro botín de oro y perlas.
Establecido un real, mandó traer al resto de los hombres que estaban en Tumaca. El objetivo siguiente fue la tierra del cacique Pacra, en las estribaciones de la sierra de Quareca, a un día de marcha. allí llegaron Balboa y sus cincuenta acompañantes el 25 de noviembre.
De Pacra se contaban mil horrores; no obstante, el capitán lo trató amablemente y le preguntó dónde estaban las minas de oro. Cuando el cacique le dijo que no había ninguna, lo mandó torturar, murió en el suplicio.
Tras nuevos intentos por encontrar las minas siguió la ruta el 1 de diciembre y llegó a Pocorosa el 8. Otra vez se repitió la historia de esconderse el cacique y aparecer luego con un presente de oro. Pocorosa se sometió a los españoles sin resistencia y les indicó que había minas de oro en las tierras de Tubanamá, gobernada por Tabanamaque. allí marcharon los españoles de inmediato. Cayendo por sorpresa sobre el poblado, apresaron a su cacique, sus dos favoritas y ochenta concubinas. Luego cambiaron a las mujeres por oro.
Balboa enferma
Núñez de Balboa interrogó a Tabanamaque acerca de dónde estaban las minas. El cacique contestó con el habitual sonsonete de que no había minas, pero podía indicarles dónde las había lejos de sus tierras. Esta vez Balboa no cayó en la trampa y mandó hacer catas a sus hombres. Tras establecer un nuevo pacto de amistad, emprendió el regreso hacia Pocorosa.
Los hombres estaban exhaustos; el gobernador había caído enfermo, posiblemente de paludismo, y debía ser transportado en unas parihuelas, así que en Pocorosa Balboa se limitó a recoger a su gente, para continuar sin más preámbulo hacia Comogre, donde entró el día de año Nuevo de 1514. El viejo cacique había fallecido y ahora dirigía la comunidad su hijo Panquiaco, bautizado también como Carlos.
Hubo un cordial recibimiento y el consabido intercambio de regalos. De Comogre pasó a Ponca, donde hubo otro amistoso recibimiento, y de aquí a Cueva, en la que entró el 17 de enero. En el puerto estaba todavía el bergantín en que habían llegado cuatro meses y medio antes. Embarcó con un pequeño grupo y llegó el 19 del mismo mes.
El saldo no podía ser más positivo: había reunido más de 2.000 pesos de oro y perlas y 800 naborías, y descubierto el mar del Sur, y todo ello sin haber perdido un solo hombre.
Se confiere el mando y gobierno de Tierra Firme a Pedro Arias de Ávila
Cuando Balboa llegó a Santa María el 19 de enero de 1514, se encontró allí a Pedro de Arbolancha, quien acababa de llegar con dos carabelas cargadas de mercancías. Este comerciante negociaba usualmente en La Española y Puerto rico, pero había decidido ampliar su campo de acción a tierra Firme.
Arbolancha le preguntó si sabía algo de sus procuradores en la Península y le puso en antecedentes de todo lo ocurrido en la corte: que el rey, tras descartar a los gobernadores Nicuesa y Ojeda, y temiendo la intervención de Colón en tierra Firme, había ofrecido el cargo de gobernador del Darién a Diego de Águila, quien no había aceptado; que Quicedo y Colmenares, los procuradores de Santa María, habían informado negativamente sobre Balboa, cosa que también habían hecho los bachilleres Enciso y Del Corral y otros como Gonzalo de Badajoz, antiguo teniente de Nicuesa, Luis mercado y alonso Pérez de la rúa.
Además de que el quinto de 15.000 pesos enviado con Valdivia no había llegado a su destino, y finalmente, que el rey había nombrado un nuevo gobernador para tierra Firme llamado Pedro arias de Ávila, también conocido por Pedrarias Dávila, próximo a llegar en compañía de un obispo y de 2.000 colonos.
Vasco Núñez de Balboa lo perdería todo
Vasco Núñez de Balboa quedó apesadumbrado por las nuevas y comprendió que había perdido todo lo logrado en la costa del Darién. Le quedaba únicamente su descubrimiento del mar del Sur, que decidió utilizar para pedir una gobernación en la zona del descubrimiento. Arbolancha consideró razonable su proyecto y se ofreció para llevar los informes sobre el hallazgo y convertirse en su socio.
Balboa le entregó el cargamento que traía para que lo invirtiera en la nueva empresa. a mediados de marzo partió del Darién con las relaciones de Balboa, un mapa improvisado sobre los descubrimientos en el mar del Sur, el quinto real, la petición del gobierno de dicho mar y una relación de vecinos de Santa María en la que se señalaban los grandes servicios prestados a la monarquía por el gobernador interino.
Arbolancha entregó los informes en Santo Domingo a Pasamonte, quien los hizo remitir de inmediato al rey. Pero los informes se perdieron. Los enemigos del gobernador lo odiaban tanto que persiguieron sus cartas y relatos para hacerlos desaparecer.
El gran error de Vasco Núñez de Balboa
Balboa cometió un gran error, y fue esperar en Santa maría la llegada del nuevo gobernador en vez de proseguir con sus descubrimientos. De haber aprovechado aquel primer semestre de 1514 en su beneficio, otra hubiera sido su historia, pero desconocía la calaña del gobernador que le había tocado en suerte.
Su única acción importante fue enviar a Andrés de Garavito, con ochenta hombres, para que descubriera una nueva ruta hacia el mar del Sur de la que hablaban mucho los indios. Iba desde Bea hasta las fuentes del río Arquiatio de los ánades, y de aquí a la confluencia de los ríos Payá y tuira, para terminar en el mismo golfo de San Miguel.
La ruta se conoció como la del «río del Suegro», pues el cacique de Tamahé, Chaoca, casó a su hija con Garavito, a la usanza indígena. En junio de 1514, vísperas de la llegada de Pedrarias, la colonia de Darién presentaba una enorme prosperidad.
La ciudad de Santa María sumaba ya doscientas casas, en las que vivían con desahogo quinientas personas que poseían en conjunto 1.500 naboríes, número sobrado para cubrir sus necesidades.
Se habían construido una iglesia y un hospital y mejorado los caminos y el puerto, mientras los alrededores del asentamiento aparecían poblados de sementeras y cabañas de ganado. Pero lo principal era que todas las tribus de su entorno y del corredor transístmico hasta el mar del Sur estaban en paz y habían aceptado la dominación española, pues las tributaciones impuestas en alimentos y oro no les resultaban en exceso onerosas.
Balboa había suplido el ideal de ocupación y explotación del territorio y de sus habitantes por el de dominación y tributación. Las dos repúblicas, la de los españoles y la de los indios, convivían en paz y manteniendo su mutua autonomía.
Llegada de Pedrarias a Santa María la Antigua de Darién
Entonces estalló la tormenta. La persona elegida para gobernar era un noble con escasas cualidades para dirigir una colonia. Contaba setenta años y estaba casado con Isabel de Bobadilla, quien le había dado nueve hijos, todos pequeños, lo que induce a pensar que se casó ya sesentón.
A Pedrarias le fueron dadas cuatro instrucciones principales: tratar bien a los indios y convertirlos a la verdadera fe, no permitir el paso de abogados ni procuradores a Castilla de Oro —así se rebautizó el Darién—, leer un requerimiento a los indios antes de hacerles la guerra, y tomar consejo en las cosas importantes del obispo y los oficiales reales.
De todos estos cometidos, el único que cumplió fielmente fue leer el requerimiento. La armada de Pedrarias se formó con 17 buques, más tres o cuatro que se fletaron a última hora y alguna carabela que se añadió en Canarias. En las naves embarcaron el nuevo obispo, Quevedo, y todos los funcionarios, unos 2.000 colonos, soldados, artesanos, etc., herramientas agrícolas, de carpintería, albañilería…, material de construcción de barcos, piezas de artillería, camas, campanas para la catedral que se proyectaba construir, productos farmacéuticos, etc.
Tras un intento fallido de salir en febrero, la armada se hizo a la mar el 11 de abril de 1514, en demanda de Canarias. El 26 de junio llegó al puerto de Darién, donde no había nadie esperándolos. a la vista de los recién llegados tampoco había ninguna casa; tan solo el puerto, alguna playa y la selva al fondo.
Pedrarias ordenó el desembarco y envió un heraldo a la ciudad. El emisario encontró a Balboa vigilando la construcción de un nuevo techo para una vivienda y le entregó el recado. El capitán estaba en mangas de camisa, con un calzón viejo de algodón, pero dijo que accedería al punto a recibir al gobernador.
Los vecinos le preguntaron si debían ponerse ropas apropiadas y armas. La contestación de Balboa fue negativa, porque ello despertaría recelos. Saldrían a recibir a la comitiva tal y como estaban, sin ninguna pompa.
El encuentro se verificó en el camino que iba del puerto a la ciudad. El descubridor del mar del Sur besó el anillo del obispo y se inclinó ante el gobernador y su señora. Pedrarias le entregó de inmediato sus credenciales, para acortar la ceremonia.
Vasco Núñez de Balboa les echó un vistazo, las besó y se las puso sobre la cabeza, tal y como se acostumbraba. Luego dio la bienvenida al nuevo gobernador.
Este correspondió presentándole a las figuras más relevantes de su séquito. Cumplidas las ceremonias, se continuó la marcha hasta la plaza mayor de Santa María, donde los recién llegados contemplaron boquiabiertos unos bohíos indígenas espaciosos y bien dispuestos, pero bohíos al fin. aquello era la capital y única ciudad de Castilla de Oro, por la que habían dejado todo en la Península. Más de uno estuvo tentado de darse la vuelta allí mismo.
Al día siguiente, Pedrarias mandó llamar al descubridor para que le informase de la situación de la colonia. Vasco Núñez de Balboa era muy vulnerable al trato amistoso y, cayendo en la trampa, le presentó al instante una pormenorizada relación de todo: las fuentes de abastecimiento, las tribus confederadas y hasta el camino que había emprendido para llegar al mar del Sur.
Pedrarias envidiaba a Balboa
Con los informes en su poder, Pedrarias comenzó a quitarse la careta y a mostrar su odio por el colonizador, de quien envidiaba su capacidad para haber hecho tanto en su gobernación con tan pocos medios.
Al lunes siguiente ordenó al licenciado Espinosa abrir juicio de residencia contra Balboa —cosa relativamente normal— e inició por su cuenta una pesquisa secreta sobre su predecesor con los testimonios de los antiguos hombres de Ojeda y Nicuesa —cosa totalmente anormal—. Pretendía enviar preso al adelantado a la Península junto con la pesquisa, pero el obispo Quevedo le hizo desistir del propósito con un argumento concluyente: si Balboa iba a España, el rey le encumbraría en cuanto conociese sus méritos.
Esta no sería la última intercesión en favor del capitán del obispo, que se convertiría en su ángel de la guarda contra las luciferinas maniobras del gobernador.
La peste hizo su aparición
Hasta una mente como la de Pedrarias se dio cuenta de que la ciudad no podía albergar por mucho tiempo a 2.500 personas. Proyectó entonces un plan de penetración en el territorio que, además de quitarle de encima bocas que alimentar, le permitiría encontrar las minas de oro que buscaba Balboa y colonizar la costa del mar del Sur, arrebatándole a su enemigo el triunfo que tenía al alcance de la mano.
Las expediciones planeadas fueron cinco pero, por falta de gente, solo se llevarían a cabo dos: la de Juan de ayora, que con 440 hombres recorrería Pocorosa, tubanamá y la costa del mar del Sur, donde también establecería asientos, y la de Luis Carrillo, quien con sesenta expedicionarios llegaría al río de los ánades.
La falta de tropa para las entradas se debió a una epidemia que asoló Santa María y a la que el médico Barreda catalogó como «modorra» —pudo tratarse de tifus o de peste bubónica—. La peste acabó con unos 700 pobladores, que vinieron a sumarse a los varios centenares más enfermos de otras dolencias tropicales, algunos de los cuales
Empezaron a embarcar de regreso a Santo Domingo. El 1 de diciembre de 1514 llegó a la capital una cédula real que reconocía los méritos de Balboa. El rey había recibido informes a través de Pasamonte y le comunicaba que, aunque no había visto aún a Arbolancha, sabía de sus descubrimientos y le pedía que aconsejara bien al gobernador.
Paralelamente encomendaba a Pedrarias consultar los asientos que había proyectado, si eran apropiadas las nuevas entradas, el trato que debía observar con los indios, etc.
Aquello terminó de abrir la brecha entre ambos, pues Pedrarias, con el poder en la mano, se veía relegado a un papel de segundón, viéndose obligado a pedir consejo a su enemigo sobre la forma de actuar.
Pedrarias logró en seis meses destruir toda la obra anterior de Balboa. Se hicieron varias redistribuciones de edificios y solares que beneficiaron al gobernador y los suyos. Más grave fue la corrupción administrativa implantada, tan extendida que permitía comprar el cargo de jefe de expedición si se pagaba bien a los intermediarios.
Se produjeron, además, varios incendios. Los vecinos pedían continuamente permiso para marcharse en cualquier barco con tal de perder de vista aquella ciudad maldita.
A los indios les fue mucho peor,además de las expediciones de conquista y penetración, hubieron de sufrir los ataques de los esclavistas. Pedrarias les facilitó las cosas al proclamar solemnemente que quienes no obedecieran los requerimientos podían ser capturados, vendidos y hasta exportados, lo que dio pábulo el magnífico negocio de la trata de esclavos. Las denuncias del obispo y de Balboa del extermino que se estaba perpetrando con los nativos fueron inútiles. aparte de destruir la colonización, las expediciones o entradas produjeron un botín de unos 30.000 pesos, dejando a los indios sin una pieza de oro y en permanente estado de terror.
Balboa, adelantado del Mar del Sur y gobernador de Panamá y Coiba
El 20 de marzo de 1515 llegaron al puerto dos carabelas emplomadas procedentes de la Península. Las naves traían varios pasajeros y correspondencia, entre la cual venía una cédula, fechada en Valladolid el 23 de septiembre de 1514, por la que se nombraba a Balboa adelantado de la mar del Sur y gobernador de las provincias de Panamá y Coiba, si bien supeditado a la autoridad de Pedrarias.
Fue un gran error: el rey desconocía las desavenencias entre el adelantado y el gobernador del Darién. Este último trató de ocultar la cédula al interesado pero, enterado el obispo de tal ocultación, le obligó a su entrega inmediata. No obstante, Pedrarias se encargó de que el nombramiento quedara sin efecto, impidiendo a Balboa reclutar en Castilla de Oro hombres con que ir a su gobernación, para lo que adujo necesitar todos los que había.
La perla peregrina
Pedrarias mandó varias expediciones a las tierras concedidas al gobernador de Panamá y Coiba, con objeto de esquilmar el oro y soliviantar a los indios. Gaspar de morales fue enviado al territorio oriental de Vasco Núñez de Balboa con orden de ir hasta Isla rica y hacer acopio de perlas.
Gonzalo de Badajoz, con cien hombres, y Luis mercado, con otros cincuenta, marcharon a las tierras ribereñas del mar del Sur. Morales tuvo éxito en su jornada. Llegó a Isla rica, a la que rebautizó como isla del rey, y logró un botín de 4.000 pesos de oro y guanines y 95 marcos de perlas, además de esclavos.
El cacique Toé de terarequi se comprometió además a pagar un tributo anual de 50 libras de perlas. Entre las muchas perlas que consiguió morales se destacaba una, enorme, en forma de pera y de hermoso lustre que alcanzaba los 31 quilates. En la subasta la adquirió un comerciante por 12.000 pesos, el cual la revendió al día siguiente a Pedrarias.
Isabel de Bobadilla, la mujer del gobernador, se la vendió después a su vez a la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos I, en 900.000 maravedíes (1.974 pesos). Fue la famosa perla «Peregrina», con la que ticiano pintó a la emperatriz y que desapareció misteriosamente en el incendio del alcázar madrileño.
El 3 de mayo de 1515 partió para la Península una de las dos carabelas emplomadas con numerosa correspondencia para el rey. Balboa enviaba tres cartas: una, que se ha perdido, relativa a lo que había ocurrido desde la llegada de Pedrarias; otra sobre las afrentas a su persona infligidas por el gobernador, como quitarle las casas, confiscarle los bienes y someterlo al juicio de residencia; y la última, acerca de la situación de inmoralidad en que se encontraba por haberle prohibido que reclutase hombres en Castilla de Oro.
En la misma carabela iban varias relaciones contra Balboa obra de amigos de Pedrarias, y otra de defensa de la persona de este hecha por el obispo Quevedo. Pedrarias seguía en plena fiebre de enviar expediciones, quizá para así no tener que cederle ningún soldado a Balboa. Becerra fue enviado al Urabá y al Cenú, donde sufrió un desastre.
Finalmente autorizó a Balboa hacer una entrada, pero no al territorio de su jurisdicción, sino al Dabaibe. La jornada fue a fines de junio de 1515 y no se vio acompañada de la suerte, pues la langosta había asolado la región, por lo que el adelantado tuvo que regresar rápidamente para que no pereciesen sus hombres.
El obispo Quevedo se enteró de que se estaba urdiendo un muevo plan contra Vasco Núñez de Balboa, consistente en servirse de un testaferro, Diego de Albitez, para realizar lo proyectado por el adelantado. Albitez recibiría hombres y dinero para fundar dos nuevos enclaves a orillas del atlántico y del mar del Sur, bien en el eje Careta-golfo de San Miguel, bien en Nombre de Dios (Panamá).
Luego debía construir unos barcos y navegar por el mar del Sur unas doscientas o trescientas leguas hacia occidente, hasta encontrar las islas de la Especiería. De no hallarlas, volvería a la costa y navegaría hacia el sur, para tratar de descubrir un estrecho interoceánico.
El obispo volvió a enfrentarse a Pedrarias, pero Vasco Núñez de Balboa intervino para evitar mayores tensiones, ya que había resuelto su problema de reclutamiento. aprovechando que Pedrarias pensaba irse de la ciudad a realizar una entrada, enviaría a su agente Garavito a La Española para que reclutara gente con la que ir a su gobernación.
Pedrarias marchó a Careta, puerto que en el futuro se llamaría Acla; sin embargo, sufrió uno de sus frecuentes ataques hepáticos y tuvo que regresar a Santa María. Allí se encontró con la mala noticia de que la expedición de Badajoz —que había mandado a la gobernación de Coiba y Panamá— había vuelto maltrecha y se enteró de que Garavito acababa de llegar de Cuba con sesenta soldados, los que Balboa le había mandado reclutar.
Así los hechos, Pedrarias perdió los estribos y mandó apresarle bajo los cargos de conspiración y rebelión frustrada. temiendo que los vecinos asaltaran la cárcel para librar a su enemigo, mandó fabricar una jaula en el patio de su casa, y en ella metió a Vasco Núñez de Balboa, como si fuera un animal salvaje. allí permaneció por espacio de dos meses, hasta que de pronto un día, inopinadamente, su enemigo le abrió la jaula, le pidió perdón y le concedió la mano de su hija María, que estaba en la Península.
Carcel o matrimonio
Balboa no lo pensó dos veces, y entre la jaula y la hija, se quedó con la segunda. Inmediatamente se firmaron los esponsales ante el obispo, el muñidor del plan. El cambio de actitud de Pedrarias pudo obedecer a razones políticas, aparte de las hepáticas.
El rey Fernando había muerto y Cisneros se había convertido en regente. Fonseca —su antiguo protector— había caído, y los padres jerónimos eran enviados a las Indias como gobernadores en sustitución de Diego Colón. Quizá pensó que era mejor estar a bien con la Iglesia en vez de pelear continuamente con ella en la persona del obispo Quevedo, aunque, desde luego, el trato que infligía a los indios distaba del que su protector, fray Bartolomé de Las Casas, pregonaba como idóneo.
La reanudación de la empresa de Balboa
La reconciliación con Pedrarias permitió a Balboa reanudar su empresa. De todas formas, lo hacía sujeto a unas condiciones estrictas, impuestas por el gobernador, como establecer previamente una población en Acla, culminar todos los proyectos en un plazo máximo de año y medio y utilizar solo ochenta hombres.
El adelantado se puso en marcha inmediatamente. El 24 de agosto de 1516 partió hacia Acla, donde trabajó a destajo para construir la ciudad. Fijó los límites del asiento, mandó talar el monte, construyó las casas, fijó las tierras comunales, ordenó sembrar y mejoró su puerto.
La ciudad, al decir de su enemigo Espinosa, no tenía nada que envidiar a Santa María y fue una muestra más del genio colonizador del extremeño. En su centro se levantó una plaza muy espaciosa donde se construyeron las casas principales. Edificarla fue como construir su propio cadalso: esta plaza sería el escenario de su ejecución años después.
En Acla organizó la Compañía de la mar del Sur, que constituyó con la aportación de varios accionistas: Argüello, Tobilla, Roger de Loria, Beltrán de Guevara, Diego Rodríguez, Diego Hernández y el capellán Rodrigo Pérez. El adelantado se anticipó a su tiempo al comprender las posibilidades que la colonización brindaba al capitalismo, lección que acabarían aprendiendo muy bien los holandeses y los ingleses.
Finalmente mandó construir las piezas necesarias para los bergantines, pues se decía que la broma no atacaba a la madera de aquella zona, cosa que después se revelaría falsa.
En 1517, cumplidos ya todos sus objetivos, mandó a Francisco de Compañón al golfo de San Miguel para que escogiera un lugar apropiado donde construir un astillero. Cuando Compañón volvió lo envió nuevamente con treinta esclavos negros y la orden de establecer un campamento en medio del camino transístmico. En agosto del mismo año comenzó el traslado de las piezas de los bergantines.
Españoles e indios cargaron por igual con jarcias, velas, brea, aparejos, anclas y tablas. El propio Balboa dio ejemplo, como siempre, transportando a sus espaldas un tablón de unos cincuenta kilos. Si el ascenso por la cordillera andina fue penoso, el descenso hasta el golfo quizá lo fue aún más.
El astillero se montó a orillas de un río bautizado como de las Balsas, que era posiblemente el Chucunaque, no muy lejos de la actual yavisa. Se levantaron las gradas, se construyeron los aserraderos y se edificaron las casas donde vivirían los trabajadores. también se tendió un puente de lianas, a la usanza indígena, para cruzar el río. La madera transportada apenas daba para dos bergantines y, además, en su mayor parte estaba podrida.
Vasco Núñez de Balboa dividió a sus hombres en tres tercios, a cada uno de los cuales encomendó, respectivamente, talar árboles, buscar víveres y realizar transportes y mejoras en el camino de Acla. Con todo listo para iniciar la construcción, sobrevino una violenta riada del Chucunaque, que arrastró viviendas, tablas y víveres y dio con todo ello en el mar. Se había perdido el trabajo de un año.
El extremeño, apesadumbrado, mandó reunir un consejo de accionistas de la compañía y consultó su parecer sobre qué hacer. Los socios decidieron seguir adelante, y el adelantado organizó nuevos turnos de tala y mandó a Hurtado a Santa María para que solicitara de su suegro la ampliación del permiso otorgado.
Pedrarias accedió a prorrogarlo cuatro meses más. afortunadamente, con Hurtado llegaron al campamento otros sesenta hombres, cuarenta de ellos venidos directamente de Santo Domingo. Pese a la intensidad con que trabajaron, cuando acabaron los bergantines era ya mayo, mes que marcaba el inicio del «verano» tropical, y con él, del estiaje. Con el cauce del río seco, hubo que abrir unos canales para botar los bergantines al mar.
Cuál no sería el estupor de todos cuando, al poco de botados, comenzaron a hundirse —la broma había perforado las quillas—. Pero Balboa, ejemplo de tenacidad, no fue presa del desánimo y pidió a su suegro otra ampliación del plazo y algún dinero en préstamo. Pedrarias se negó a lo primero y, en cuanto a lo segundo, a modo de burla le remitió sólo cien pesos que el adelantado, naturalmente, rechazó.
Entonces decidió reflotar los bergantines y taponarles las vías de agua. Cuando lo consiguió se lanzó con ellos al mar, alcanzando la isla de las Perlas (o Isla rica o la isla del rey). Pero tanto esfuerzo y tesón fueron estériles: cuando llegaron, la antigua tararequi estaba esquilmada y casi deshabitada.
Tal había sido la devastación practicada por morales que hasta el cacique se había ido a vivir a tierra Firme, temiendo otra invasión española. Balboa y sus hombres culminaron la fábrica de otras dos naves en un plazo de tres meses.
Con ellas pasaron a la costa continental y siguieron a lo que llamó «el Este», que era naturalmente el sur. Había enfilado la ruta hacia el Perú. recorrió toda la costa meridional y pacífica de la actual Panamá, hasta llegar a una bahía en la que creyó ver muchos arrecifes (en realidad eran ballenas) y a la que bautizó como «Puerto Peñas». Desde allí decidió regresar a Chochama, donde estuvo algunos días, y luego al golfo de San Miguel.
El rey destituye a Pedrarias
A Balboa le faltó picardía para saltarse la legalidad. Su tiempo se acababa y mandó a Valderrábano a Santa María a solicitar otra prórroga, que confiaba obtener merced a la relación de lo descubierto.
El escribano llegó en mal momento, pues Pedrarias había sabido del nombramiento de un nuevo gobernador para Castilla de Oro, a consecuencia de las acusaciones de mal gobierno desde su llegada a tierra Firme formuladas contra él por el obispo Quevedo, Balboa, el tesorero Pasamonte, el licenciado Suazo, juez de residencia de La Española, y todos los que de allí llegaban.
Ello había mermado grandemente su crédito, y solo se sostenía en el cargo merced a sus grandes influencias, pero el escándalo que produjeron las denuncias y la activa campaña sostenida contra él por el Protector de los Indios, al que se unió Fernández de Oviedo, hicieron comprender a los gobernantes que no era posible que continuase por más tiempo en Castilla de Oro.
Así pues, se acordó que lo relevase Lope de Sosa, gobernador de Canarias, al que le fue dirigida una real cédula, el 2 de septiembre de 1518, para consultarle si aceptaría el cargo. Como De Sosa respondiera afirmativamente, el 3 de marzo de 1519 se expidió el real nombramiento, siendo muy de notar, para que pueda apreciarse hasta dónde llegaban las influencias de Pedrarias entre los consejeros del rey, que, debido sin duda a los manejos de los amigos de Pedrarias para demorar su relevo, transcurrieron quince meses desde que De Sosa aceptó el cargo hasta que recibió el real nombramiento. una vez nombrado oficialmente, el flamante gobernador no tardó mucho en tomar posesión efectiva de su cargo, cuyo ejercicio comenzaría abriendo juicio de residencia al gobernador saliente, como era preceptivo.
Pedrarias tenía sobradas razones para pensar que de tal juicio saldría muy mal parado, y más aún si su yerno testimoniaba contra él. La única forma de escapar con bien del atolladero era presentar al rey una acción importante, como la conquista del mar del Sur, y en ello se interponía su adelantado.
La «traición» de Balboa
Valderrábano regresó rápidamente al golfo con las nuevas del cambio de gobernador. Vasco Núñez de Balboa cometió el error de pensar que las cosas con Sosa irían peor que con Pedrarias y puso en marcha un plan de actuación que se consideraría una traición contra el gobernador en funciones.
Por lo menos eso fue lo que se empeñó en demostrar Pedrarias, saboreando las mieles de su triunfo y sin convencer a nadie. En realidad no se conoce bien la supuesta «traición» del colonizador. al parecer, este creía que el nuevo gobernador suspendería totalmente sus descubrimientos en la mar del Sur.
Para evitarlo debía fundar una población en la costa de dicho mar, exactamente en Chepavare, camino de Chepo a Panamá, y salir luego de exploración hacia esas riquísimas tierras que, al decir de los indios, existían hacia el sur (el Perú). Si lograba encontrarlas, Sosa no podría proceder contra él.
Su plan de actuación fue el siguiente:
- Sus fieles Valderrábano, Garavito, muñoz, Botello y el archidiácono Pérez irían Santa María para informar a Pedrarias de todos los descubrimientos realizado por la Compañía de la mar del Sur y solicitar su ayuda para seguir en la empresa.
- Uno de los anteriores se destacaría en vanguardia hacia Acla para saber si el nuevo gobernador había llegado ya. Sabido esto, se reuniría con sus compañeros para comunicárselo.
- Si Sosa no había llegado aún, los comisionados irían a Santa María para cumplir su misión de informar y pedir ayuda.
- Si Sosa había llegado, regresarían todos hacia el mar del Sur para poner en marcha el poblamiento de Chepavare y la salida de la expedición oceánica.
La operación se puso en marcha. El encargado de ir a acla fue Luis Botello, que llegó a la población ya de anochecida. Su intempestiva aparición despertó sospechas en el centinela que lo avistó, por lo que este le condujo a presencia de la autoridad de la plaza, Francisco Benítez, enemigo de Vasco Núñez de Balboa, quien con una hábil interrogatorio sonsacó a Botello el plan.
Después lo encarceló y mandó aviso a Pedrarias. En cuanto al resto de los comisionados, siguieron camino a Santa María pues, al carecer de noticias de Botello, supusieron que Pedrarias no había cesado aún como gobernador. Nada más llegar fueron hechos prisioneros.
Pedrarias dio orden al tesorero Puente de que levantara una acusación formal contra Vasco Núñez de Balboa y se dirigió a Acla, desde donde escribió una carta muy cariñosa a su yerno en la que le rogaba que se presentase en aquella ciudad para tratar varios asuntos relativos a su expedición y gobierno.
Este no receló nada y marchó para allá. antes de entrar en ella se encontró un pelotón mandado por Francisco Pizarro que lo detuvo por orden del gobernador acusado de traición.
En Acla se le dio por prisión la casa de Juan Castañeda, adonde fue el suegro a visitarle para decirle que no tuviera ningún temor, pues las acusaciones en que se basaba su detención eran seguramente infundadas y muy pronto resplandecería la verdad.
Pero en la segunda entrevista Pedrarias cambió de raíz el tono y acusó a Vasco Núñez de Balboa de haberle traicionado, pese a todo lo que había hecho por él, y de haber conspirado contra el rey.
El adelantado negó tal cosa y argumentó que, de haber urdido alguna conspiración, no habría acudido a Acla tan desprevenido. El gobernador interino mandó ponerle guardias y trasladarlo a la cárcel común.
Actuaron contra el explorador sus principales enemigos: además de Pedrarias, el tesorero Puente, el bachiller Del Corral, Espinosa —a quien Pedrarias prometió los barcos de Balboa si le sentenciaba—, un soldado que había escuchado media conversación de la supuesta conspiración tramada en el mar del Sur mientras hacía guardia, y Garavito, quien, enamorado de Anayansi y rechazado por esta, por despecho se había vuelto contra su jefe.
A las escasas acusaciones existentes se añadieron las de la «pesquisa secreta» que Pedrarias había llevado por su cuenta, y que venían ahora como anillo al dedo.
Formación de causa contra Vasco Núñez de Balboa
Pedrarias hizo finalmente una declaración de los crímenes de Balboa. Le acusó de haber maltratado a los indios, contraviniendo sus instrucciones, y de suministrarle informes falsos sobre el Darién para hacer fracasar las exploraciones que había enviado.
También le atribuyó toda clase de excesos y crímenes contra los gobernadores Ojeda y Nicuesa, naturalmente. Pese a todos estos delitos, según afirmaba en su declaración, lo había indultado magnánimamente, llevado de su generosidad, y ayudado en su expedición, pero Vasco Núñez de Balboa lo traicionó y urdió un plan para hacerse independiente, contraviniendo las órdenes reales.
El licenciado Espinosa trabajó diligentemente en los procesos, alentado por la oferta de Pedrarias y complicando en la supuesta traición a Valderrábano, Muñoz, Botello, Garavito, Argüello y al Padre Pérez. Garavito hizo otra declaración de sus culpas, que atribuyó a la instigación de Balboa, y fue perdonado por ello. a todos los demás se les declaró culpables.
El adelantado y sus compañeros invocaron su derecho de apelación ante la Corona. Espinosa había estudiado lo suficiente para saber que carecía de autoridad para negarla pero, ante la insistencia de Pedrarias, requirió al gobernador interino para que, mediante un acta notarial y ante testigos, declarase lo que debía hacerse con las apelaciones.
Fue entonces cuando Pedrarias, metido hasta el cuello en el asunto, redactó la declaración de crímenes de Balboa antes citada, que terminaba con la denegación de las apelaciones y la orden a Espinosa de que ejecutase la sentencia a muerte del colonizador y sus compañeros.
Ejecución del adelantado del Mar del Sur
Pedrarias ordenó que las sentencias a muerte se ejecutaran sin dilación, pues temía algún movimiento de solidaridad a favor de los condenados. todo el mundo sabía que Balboa era inocente de los crímenes que se le imputaban y que Pedrarias había abusado de su poder llevado por el odio.
Para la ejecución se levantó un cadalso en la plaza mayor de Acla. allí se trasladó una artesa vieja para recoger las cabezas de los que iban a ser decapitados.
La ejecución se cumplió un día desconocido de la semana transcurrida entre el 13 y el 21 de enero de 1519. todo el pueblo acudió a la plaza, fuertemente custodiada por soldados.
A la hora prevista aparecieron los reos. abría la cuerda Vasco Núñez de Balboa, bien escoltado por guardias y precedido por el pregonero, que iba cantando la conocida sonsoneta: «Esta es la justicia que manda el rey Nuestro Señor y Pedro arias de ávila, su lugarteniente, en su nombre manda a este hombre por traidor y usurpador de las tierras sujetas a su real Corona».
Al llegar al pie del cadalso, el adelantado del mar del Sur levantó la cabeza y, harto de tanta falsedad, dijo a los presentes:
«Es una mentira y falsedad que se me levanta y para el caso en que voy. Nunca por el pensamiento me pasó tal cosa, ni pensé que de mí se imaginara. antes fue siempre mi deseo servir al rey como fiel vasallo y aumentarle sus señoríos con todo mi poder y fuerzas».
Últimas palabras de Vasco Núñez de Balboa
Fueron decapitados el adelantado, argüello, Botello, Hernán muñoz y Valderrábano. a diez o doce pasos de donde los degollaron (como a carneros, uno a la par de otro), Pedrarias atisbaba por entre las cañas de la pared de un bohío, que a tanto llegaba su odio.
Nadie movió un dedo para reparar la injusticia cometida. Los habitantes de Acla y Santa María, por miedo; el juez, por interés, y el rey, por ignorancia. y es que Carlos I poco o nada sabía de tierra Firme, y menos aún de Vasco Núñez de Balboa. además,
¿Cómo podía imaginar que su nombre se había utilizado para ejecutar, so capa de justicia, al hombre que había descubierto el mar del Sur? Una mar para dirigirse a la cual se estaba aprestando una poderosa flota bajo el mando de Fernando de Magallanes, que saldría en solo unos pocos meses, el mismo año de 1519, con objeto de descubrir las islas de las Especies, el gran sueño de Balboa.
Conclusiones
De Balboa quedó un estilo de colonización, una escuela conquistadores (Pizarro, Almagro, Belalcázar, etc.) y un horizonte infinito para recorrer.
De Pedrarias, más sangre, más intrigas, más guerras internas entre españoles y la cabeza cortada de otro conquistador, Hernández de Córdoba (colonizador de Nicaragua).
Dudas frecuentes sobre el bueno de Balboa
Balboa nació en la localidad de Jerez de los Caballeros.
Vasco Núñez de Balboa nació en el año 1575.
Son muchos sus aportes, pero se pueden resumir en:
1.-Descubrir el mar del Sur, Océano Pacífico.
2.-Hizo del respeto a los nativos y el uso de la política su método de conquista.
Fue adelantado de la recién descubierta Mar del Sur. Además de gobernador de las provincias de Coiba y Panamá
Balboa fue un valeroso explorador y conquistador español que descubrió la mar del Sur y que supo congeniar con los nativos. Si bien la muerte le alcanzó por la traición que le tendió su celoso suegro.
Vasco Núñez de Balboa comenzó su viaje en Santa María La Antigua (Darién). Desde allí recorrió el istmo de Panamá el 1 de septiembre de 1513. Se sabe que tuvo que atravesar las tierras de los caciques Ponca, Careta y Torecha, se internó en la cordillera del río Chucunaque, donde desde la cima divisó la Mar del Sur.
El 25 de septiembre de 1513.
Santa María de la Antigua.
El explorador y conquistador español fue una víctima de una traición de su ambicioso suegro Pedrarias. Gaspar de Espinosa, el alcalde mayor de Castilla de Oro, lo condenaría a muerte, siendo conducido al patíbulo, en la localidad de Acla, en enero de 1519.
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Fuente: el presente artículo se ha obtenido del artículo realizado por el Capitán de Navío retirado J.M. Madueño Galán. El artículo completo se encuentra en: https://armada.defensa.gob.escuaderno/