Saltar al contenido
Tras la última frontera

Batalla de Cuzco

Tabla de contenidos

  1. El contexto de la batalla de Cuzco
  2. La integración de Manco Inca
  3. La batalla de Anta
  4. La toma de Cuzco
  5. Acontecimientos posteriores a la batalla de Cuzco

La conquista del Cuzco, o la Caída del Cuzco, es un acontecimiento decisivo en la conquista española del Tahuantinsuyo. Tuvo lugar el 15 de noviembre de 1533, cuando las tropas españolas capturaron Cuzco, la capital del Imperio Inca, tras una serie de batallas con el ejército de Atahualpa y la explotación de las divisiones políticas preexistentes por parte del conquistador español Francisco Pizarro. Contó con la ayuda de aliados indígenas y de parte de la nobleza inca (especialmente los seguidores de Huáscar).

Aunque hubo numerosas batallas entre el Imperio Inca y la coalición liderada por españoles, en su mayoría indígenas, fue la conquista de Cuzco la que condujo directamente a la caída de la civilización inca y marcó el final de la primera fase de la conquista española del Tahuantinsuyo.

La capital del antiguo imperio inca en un día nublado

El contexto de la batalla de Cuzco

La muerte de Atahualpa amenazaba con sumir al imperio en el caos. Esto era precisamente lo que Francisco Pizarro quería evitar, pero no fue fácil impedir la desintegración de las estructuras durante la fase de confusión general que afectó a toda la región andina. Es más, las poblaciones de las distintas regiones intentaron aprovecharse de la situación para escapar del dominio inca prestando ayuda a los extranjeros.

Sin embargo, Pizarro necesitaba un nuevo gobernante que pudiera manipular a su gusto, con la esperanza de sofocar la rebelión. El elegido fue Túpac Hualpa, hermano de Atahualpa, conocido por los españoles como Toparpa.

Tras elegir al nuevo Sapa Inca, Pizarro y sus hombres viajaron a Cuzco, la capital del imperio. Partieron de Cajamarca en agosto de 1533. Durante el viaje, Túpac Hualpa fue envenenado en la zona de Jauja, probablemente por Chalcuchímac, uno de los generales de Atahualpa.

Sin embargo, cuando los españoles llegaron a las zonas de Vilcashuamán (Ayacucho) y Vilcaconga (Cuzco), se encontraron con el ejército de Quizquiz, otro de los generales de Atahualpa, que se había apoderado de todo el sur del imperio y organizó una feroz resistencia contra los conquistadores.

La integración de Manco Inca

El 14 de noviembre de 1533, en Jaquijahuana, cerca de la ciudad de Cuzco, los españoles acordaron instalar como gobernante a Manco Inca, el hijo de 20 años de Huayna Capac de Charcas. El joven príncipe se reunió por primera vez con los españoles en las colinas de Vilcaconga, a unos 30 kilómetros de Cuzco, acompañado únicamente por un puñado de nobles leales que habían escapado al baño de sangre que los atahualpistas habían infligido a la nobleza de Cuzco durante la guerra civil inca y que ahora ofrecían su apoyo a Pizarro.

Manco Inca en la toma de Cuzco

Manco Inca tenía varias razones para interesarse por los hombres de Pizarro. Era un gobernante legítimo en potencia y, como tal, podía reunir en torno a sí a todos los súbditos del imperio. También representaba al componente leal de Huáscar y se convertiría en un punto de referencia natural para el Inca hostil a Quizquiz, que en aquel momento era el único enemigo potencial que podía desafiar su posesión del Cuzco. El joven príncipe se tranquilizó ante las intenciones españolas y, con la promesa de una futura investidura, comenzó a apoyar el avance español hacia la capital ocupada por Quizquiz.

Sin embargo, el príncipe fugitivo colaboró con los extranjeros y sólo con la autorización de Manco Inca consiguieron los españoles entrar en la capital cuzqueña.

La batalla de Anta

La adhesión de Manco Inca a los españoles atrajo más tropas al bando de Pizarro; este inesperado apoyo influyó en el plan de rescate de Túpac Hualpa y, sobre todo, en el deseo del conquistador de invadir Cuzco. El príncipe inca había informado del peligro de un incendio inminente en la capital, en represalia por Quizquiz, y Pizarro envió a Hernando de Soto y a su hermano Juan con 40 jinetes para avanzar. Cuando llegaron a la ciudad, vieron que salía humo de los tejados. Al mismo tiempo, vieron una nube de enemigos e instintivamente avanzaron, atrayendo al ataque a la multitud de indios auxiliares que les acompañaban.

Su acción amenazó con acabar en desastre cuando se encontraron con las tropas seleccionadas por Quizquiz. Su nombre bastó para asustar a las tropas nativas de los españoles, que se unieron temerosas a los jinetes y obstruyeron sus movimientos mientras Quizquiz lanzaba su ataque. En el combate que siguió, los españoles sufrieron sus primeras heridas y pensaron que no podrían resistir la batalla. Consiguieron soltarse y huir, creyendo que les perseguían y les despedazaban, pero extrañamente se les permitió escapar. Resultó que Quizquiz, consciente de la superioridad de los caballos en campo abierto, temió una estratagema que le hiciera romper filas y se retiró a sus posiciones, perdiendo la oportunidad de un éxito rotundo.

Con esta última acción, Quizquiz completó la operación de defensa de Cuzco. Consideraba que no tenía sentido luchar calle a calle y no quería verse envuelto en un asedio cuyo desenlace era previsible. Su táctica consistió en la movilidad de sus ejércitos; el hábil general situó a sus tropas fuera del alcance de los ataques de la caballería, avanzando hacia zonas montañosas donde los ríos profundos y los barrancos escarpados anulaban la ventaja de las tropas montadas.

La toma de Cuzco

Sin obstáculos, Pizarro marchó hacia Cuzco el 15 de noviembre de 1533 con Manco Inca, el ejército español y aliados indígenas, atravesando el monte Carmenca (hoy Santa Ana) y descendiendo después por un camino que conducía a un arroyo que más tarde se llamó “Beco de la Conquista” o “Camino de los Conquistadores”.

«De este modo entró el Gobernador con su gente en aquella gran ciudad del Cuzco sin otra resistencia ni batalla, el viernes a la hora de misa mayor, a quince días del mes de noviembre del año del Nacimiento de Nuestro Salvador y Redentor Jesucristo MDXXXIII [año 1533].»

La conquista de la ciudad no fue difícil. Pizarro entró en Cuzco sin encontrar resistencia, ya que los atahualpas habían abandonado la zona, cansados de librar una campaña tan larga en una región tan alejada de la suya. Además, Quizquiz diezmó la población de la ciudad imperial, hasta el punto de que los miembros supervivientes de las panacas consideraban a los españoles como los “embajadores” del divino Wiracocha y los salvadores del Tahuantinsuyo.

El gobernador llegó con sus hombres a la plaza principal y, tras inspeccionar los edificios, envió a algunos campesinos a explorar la capital inca, instalándose en el palacio Casana, que había pertenecido al inca Huayna Capac.

Diego de Almagro se instaló en otro palacio, adyacente al anterior, y Gonzalo Pizarro tomó posesión del palacio Cora Cora, una mansión construida por Túpac Yupanqui.

Gonzalo Pizarro saliendo de Cuzco con su ejército

Sin embargo, el entusiasmo pronto se convirtió en descontento cuando los conquistadores atacaron violentamente los monumentos y lugares sagrados incas, llevándose un botín que, según el escriba de Pizarro Francisco de Jerez (1534), ascendía a “580.000 pesos de oro y 215.000 marcos de plata”.

Al día siguiente, Pizarro nombró a Manco Inca Sapa Inca, pero al mismo tiempo vasallo de la corona española. Los españoles le llamaron Manco Capac II, pues sabían que el primer Inca también se llamaba Manco. En Navidad, creyéndose halagado por los españoles, Manco Inca, ya dotado de la mascapaycha, aceptó ingenuamente el protocolo de “requiemización” solicitado por el rey español, reconociendo así a éste como soberano supremo de sus tierras. También ordenó a su ejército, unos 5.000 soldados al mando de su hermano Paullu Inca, que abandonara la ciudad para acompañar las expediciones de Hernando de Soto contra Quizquiz.

Acontecimientos posteriores a la batalla de Cuzco

Tras establecerse en la capital del Imperio Inca, los españoles iniciaron la práctica habitual de transformar los territorios conquistados en un estado de ultramar. La situación, sin embargo, exigía la debida cautela. El territorio era vasto y estaba densamente poblado. Estaba en gran parte inexplorado y lejos de estar sometido. Las fuerzas organizadas enemigas, como los ejércitos de Quizquiz y Rumiñahui, seguían operando sin control y las estructuras del imperio se disolvían rápidamente.