- Introducción
- Tlaxcala y la alianza con los españoles frente al Imperio mexica
- De Tecuelhuetzin a María Luisa
- Matrimonio y alianza política
- María Luisa en la conquista
- Descendencia y mestizaje
- Mujeres en la conquista
- Últimos años y muerte
- Legado
- Mi conclusión
Introducción
En el corazón de la conquista de México y Centroamérica, una mujer tlaxcalteca desempeñó un papel decisivo y, sin embargo, poco recordado por la historia. Se trata de Tecuelhuetzin Xicohténcatl, hija del gran caudillo tlaxcalteca Xicohténcatl el Viejo y hermana del célebre guerrero Xicohténcatl el Joven. Tras su bautizo, recibiría el nombre de María Luisa Xicohténcatl y sería esposa de Pedro de Alvarado, uno de los capitanes más cercanos a Hernán Cortés.
Su vida simboliza el mestizaje fundador: alianza, familia y construcción de una nueva realidad histórica que no se entiende sin los tlaxcaltecas, “los conquistadores olvidados” (Tlaxcaltecas, los conquistadores olvidados).

Tlaxcala y la alianza con los españoles frente al Imperio mexica
Cuando Hernán Cortés llegó a las tierras mesoamericanas en 1519, Tlaxcala era un enclave estratégico que mantenía una resistencia férrea contra el poderoso Imperio mexica. Para los tlaxcaltecas, la llegada de los españoles no significaba la sumisión a un nuevo amo, sino la oportunidad de quebrar siglos de dominio mexica basados en tributos y sacrificios humanos (Sacrificios aztecas, el genocidio olvidado).
El cacique Xicohténcatl el Viejo comprendió que la unión con los recién llegados podía cambiar el destino de su pueblo. La alianza sellada con Hernán Cortés y sus hombres resultó decisiva en batallas como la de Tlaxcala (La batalla de Tlaxcala) y en la gran victoria de Otumba (Batalla de Otumba), que abrió el camino a la caída de Tenochtitlan.
De Tecuelhuetzin a María Luisa
En ese contexto, Xicohténcatl el Viejo ofreció a su hija Tecuelhuetzin como esposa a Hernán Cortés, gesto habitual en la diplomacia mesoamericana para sellar alianzas. El extremeño declinó la unión por hallarse ya casado, y fue entonces cuando su lugarteniente Pedro de Alvarado recibió la responsabilidad de contraer matrimonio con la joven princesa tlaxcalteca.
Bautizada en la fe católica, adoptó el nombre de María Luisa Xicohténcatl. La nueva identidad no significaba ruptura con su linaje, sino integración: una mujer puente entre Tlaxcala y Castilla, entre el mundo indígena y el hispánico.

Matrimonio y alianza política
El matrimonio fue celebrado según el rito indígena y quedó plasmado en el célebre Lienzo de Tlaxcala, donde se documenta la entrega de varias princesas tlaxcaltecas a capitanes españoles. Este pacto no solo unió a María Luisa con Pedro de Alvarado, sino que consolidó la alianza militar y política que transformó el equilibrio de poder en Mesoamérica.
En Tlaxcala, donde la poligamia era práctica reconocida, el enlace tenía validez plena y fue aceptado como prueba de unión inquebrantable entre ambos pueblos. En la Nueva España, además, el estatus nobiliario de María Luisa le aseguró un lugar de respeto y consideración, acompañada siempre de su pequeña corte y de algunos de sus hermanos, quienes también participaron en las campañas de conquista.
Así, María Luisa se convirtió en la esposa mestiza fundadora que daría descendencia a Pedro de Alvarado, y en una figura clave de la alianza que permitió a los tlaxcaltecas y españoles vencer al Imperio azteca (Causas de la caída del Imperio azteca).
María Luisa en la conquista
María Luisa Xicohténcatl no fue una espectadora pasiva. Como esposa de Pedro de Alvarado, estuvo presente en algunos de los episodios más decisivos de la conquista. Acompañó a los españoles en su entrada a Tenochtitlan, cuando los conquistadores quedaron deslumbrados por la grandeza de la ciudad mexica, descrita por los cronistas como una de las urbes más imponentes del mundo conocido (El Imperio azteca).
Cuando estalló la violencia tras la célebre Matanza del Templo Mayor —hecha bajo las órdenes de Alvarado en ausencia de Cortés—, María Luisa compartió la suerte de los españoles y tlaxcaltecas durante la retirada. Estuvo junto a su esposo en la dramática huida conocida como la Noche Triste, en la que se salvaron gracias al sacrificio y la valentía de los aliados indígenas (Traicionó la Malinche a los aztecas).
Posteriormente, tras la victoria final sobre Tenochtitlan en 1521, acompañó a Alvarado en la expansión hacia el sur. Fue testigo de la conquista de Guatemala y de la fundación de Santiago de los Caballeros, ciudad que se convertiría en símbolo de la presencia hispánica en Centroamérica (Diego de Mazariegos).
Descendencia y mestizaje
La unión de María Luisa y Pedro de Alvarado fue mucho más que política: de ella nació una descendencia que representa el mestizaje fundador de Hispanoamérica.
Se sabe con certeza de dos hijos: don Pedro, nacido en Tutepeque, y Leonor Alvarado Xicohténcatl, nacida en Utatlán. Algunos cronistas mencionan la posibilidad de un tercer hijo, Diego o Francisco, aunque este dato no está confirmado.
Leonor Alvarado Xicohténcatl es especialmente relevante, pues encarna a una de las primeras mujeres mestizas de linaje noble en Centroamérica. Su figura enlaza con otras descendientes de uniones hispano-indígenas, como Isabel Moctezuma (Isabel Moctezuma), recordándonos que el mestizaje no fue una excepción, sino la norma que dio origen a los pueblos de la Hispanidad (Qué es la Hispanidad).
A diferencia de los relatos negros legendarios que insisten en violencia y ruptura, la historia de María Luisa muestra cómo alianzas familiares y descendencia mestiza fueron parte esencial de la construcción de una nueva civilización en América.
Mujeres en la conquista
El papel de María Luisa Xicohténcatl se entiende mejor cuando la situamos en el contexto de otras mujeres que también participaron activamente en la gesta. La más célebre es, sin duda, Malintzin o La Malinche, intérprete de Cortés, cuya figura ha sido injustamente reducida a la de “traidora” por la historiografía nacionalista moderna (La Malinche).

Junto a ellas estuvo Isabel Moctezuma, hija del emperador mexica y pieza clave en la integración de la nobleza indígena en el nuevo orden, y la española María de Estrada, que combatió espada en mano en batallas como la de Otumba (María de Estrada).
María Luisa, como ellas, representa a ese conjunto de mujeres indígenas y españolas que, desde la diplomacia, la maternidad o el campo de batalla, forjaron la Nueva España (Grandes mujeres que participaron en la creación de Nueva España).
Últimos años y muerte
Tras acompañar a Pedro de Alvarado en la conquista de Guatemala, María Luisa Xicohténcatl se estableció en la recién fundada Santiago de los Caballeros, ciudad destinada a convertirse en el corazón de la vida política y religiosa de Centroamérica. Allí residió con su pequeña corte tlaxcalteca y su familia mestiza, manteniendo su estatus nobiliario y el reconocimiento social que le correspondía por su linaje.
En 1537, víctima de una neumonía agravada, falleció a los 36 años. Su funeral fue celebrado por el Obispo Francisco Marroquín, primer obispo de Guatemala y uno de los grandes protectores de los indígenas de la región. Sus restos fueron enterrados en la Catedral de Santiago de los Caballeros, hoy Antigua Guatemala, símbolo de aquel tiempo en que la fe, la cultura y la sangre de dos pueblos se unieron para dar vida a una nueva civilización.
Legado
La figura de María Luisa Xicohténcatl encarna el espíritu de la alianza tlaxcalteca-española que permitió la caída del Imperio mexica y la expansión hacia Centroamérica. Su matrimonio con Pedro de Alvarado fue mucho más que un pacto político: fue la base de una familia mestiza que representa el nacimiento de una nueva sociedad.

Su hija Leonor Alvarado Xicohténcatl es recordada como una de las primeras mujeres mestizas de noble cuna en Guatemala, y su linaje quedó ligado a la historia de la región. De este modo, María Luisa se suma a la lista de mujeres indígenas fundamentales en la construcción de la Nueva España, junto con Malintzin (La Malinche) e Isabel Moctezuma (Isabel Moctezuma y mujeres indígenas en Nueva España).
Hoy, su memoria sigue siendo injustamente olvidada frente a figuras masculinas de la conquista. Sin embargo, reconocer su papel es esencial para comprender que la expansión hispánica en América no fue solo una empresa de hombres armados, sino también el fruto de alianzas familiares, diplomáticas y culturales.
Mi conclusión
La historia de María Luisa Xicohténcatl desmonta el mito de que la conquista fue un simple acto de sometimiento. En ella vemos el verdadero rostro de la gesta hispánica: alianza, mestizaje y construcción de un mundo nuevo. Su vida recuerda que Tlaxcala no fue vencida por España, sino que, unida a los castellanos, venció al Imperio mexica y abrió paso a la creación de la Hispanidad.
En lugar de interpretarla como víctima, debemos recordarla como protagonista fundadora: mujer noble, esposa, madre mestiza y puente entre dos mundos. Gracias a figuras como María Luisa Xicohténcatl, hoy podemos hablar de una herencia común que une a España y América más allá de siglos de propaganda contraria (La leyenda negra española).
Su nombre merece figurar junto al de los grandes hombres y mujeres que, en medio del fragor de la conquista, sembraron los cimientos de una nueva civilización.















